Ni con el carretón
Algunos toreros parece que no quisieran torear ni con el carretón. A los tres de ayer les salió algo así como el carretón y ni por esas. Quizá en el fondo se encuentre la realidad de que no quieren ser toreros. Entendámonos: vestirse de luces, los hoteles, el paseíllo, los aplausos, los brindis, el ringorrango, pegar pases a lo sumo, eso sí. Pero todo aquello del sacrificio, el riesgo aceptado, el espíritu de superación para realizar en pureza las reglas del arte, eso ya no.
Los tres novilleros dieron esta sensación. Para los tres hubo novillos boyantes, incluso hubo quien se los encontró de categoría excepcional, y fueron incapaces de torearlos como dios manda.
No provocaron ni uno de los olés que salen del alma; tampoco transmitieron la emoción propia de los toreros valientes, cuyos alardes ponen el alma en vilo. Y, en fin, no hicieron merecimientos para dar ni siquiera una triste vuelta al ruedo.
Ibán / Mendoza, Saavedra, Aguilar
Novillos de Baltasar Ibán, tres primeros terciados, resto con seriedad y trapío; tres primeros bravos, resto mansos; todos encastados y boyantes; 2º y 3º de excepcional nobleza. Reyes Mendoza: seis pinchazos -aviso- y estocada (aplausos y salida al tercio); pinchazo y estocada (aplausos y también pitos cuando sale al tercio). Julio Pedro Saavedra, de Madrid, nuevo en esta plaza: media delantera desprendida, pinchazo bajo, estocada corta baja y descabello (silencio); dos pinchazos y estocada ladeada (silencio). Sergio Aguilar: estocada corta ladeada (silencio); pinchazo, media muy atravesada trasera a toro arrancado, estocada corta trasera y descabello (silencio). Plaza de Las Ventas, 21 de mayo. 13ª corrida de abono. Cerca del lleno.
De los tres, a dos se les silenciaron sus actuaciones, lisa y llanamente. Les correspondieron, precisamente, los mejores novillos de la tarde y ni por esas. La nobleza excepcional de ambos ejemplares les valió únicamente para pegar pases adocenados, atropellados y aburridos.
Los aficionados veteranos (y un servidor) que han visto a los novilleros de otros tiempos rodar por los morrillos de las reses, llevarse unas palizas tremendas, acabar con los ternos de mil posturas (casi siempre prestados) hechos jirones, y todo por su empeño en salir de la plaza de Madrid en triunfo, aunque fuese contra viento y marea, no acababan de entender los melindres de estos novilleros de ahora.
Resulta difícil imaginar qué habrían hecho los de ahora con aquellas novilladas de entonces, viejas, broncas, poderosas, cuando son incapaces de torear a las encastadas y pastueñas que les propician recrear el toreo bueno y, de paso, comprarse un cortijo en Linares.
El paseíllo ya traía raros augurios.
Cuando hicieron el paseíllo los tres no avanzaban nada, nada, nada. Caminaban como haciendo dengues, pasitos cortos, airesremilgados, y aquella disonante ñoñería daba la impresión de cualquier cosa excepto de que estuvieran dispuestos a enfrentarse a una novillada de casta brava.
Las previsiones se cumplieron: no estaban dispuestos a enfrentarse a una novillada de casta brava.
Reyes Mendoza pareció que sí al iniciar su primera faena de muleta mediante estatuarios aguantando sin mover un pie las codiciosas embestidas del novillo. Sin embargo luego realizó el toreo que se habría de ver todo la tarde, tanto en él como en sus colegas: nada de cargar la suerte sino descargarla; nada de ligar los pases sino quitarse de en medio en los remates; nada de reunir sino torear hacia fuera.
Mayor pena dio la lidia del segundo novillo, que tomó un puyazo sensacional metiendo los riñones, romaneó otro, y embistió incansable hasta que rindió la vida después de la interminable faena que le dio el debutante Julio Pedro Saavedra.
Porque la faena, destemplada e insulsa, únicamente puso de relieve la calidad extraordinaria del novillo, que se mantuvo fijo y repetidor, sin hacer cosa fea alguna, pese a los motivos que el desastrado toreo de Saavedra le dio.
El tercero humillaba hasta arar la arena con el hocico, y semejante manifestación de nobleza no le valió a Sergio Aguilar para nada que no fuese pegar pases sin un remoto síntoma de calidad. Mejor estuvo con las banderillas.
La segunda parte de la novillada, ya mansa aunque mantuvo la nobleza de las embestidas, constituyó un calco de la primera. Y exasperaba, francamente, comprobar que los tres novilleros desaprovechaban la oportunidad de triunfar en Madrid, en plena feria de San Isidro.
Babelia
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