Puerta grande para Rafael de Julia
La puerta grande de la Monumental de Las Ventas es la puerta de todos. El último en atravesarla fue Rafael de Julia, tal día como ayer. Se le da la enhorabuena y se proclaman sus merecimientos.
Los merecimientos de Rafael de Julia se acreditan porque llevaba en el bolsillo del chaleco las dos orejas (una por toro) que dan franquía para la mítica puerta, y toreó sabroso por la derecha, aunque no muy puro en muchas ocasiones (por tanto, impuro; jolín qué palabra). Ahora bien, si uno que yo me sé hace lo mismo, le dan cuatro orejas en vez de dos y después de sacarlo por la puerta grande lo meten de nuevo para que vuelva a salir y así son dos las puertas que le permiten franquear el camino de regreso a la galaxia a la que pertenece, que es la gloria.
Cinco toros de Carriquiri (uno fue rechazado en el reconocimiento), de discreta presencia, encastados y boyantes; 3º y 6º de excepcional nobleza. 5º, de Hermanos Astolfi, con trapío, manso, noble.
José Luis Bote: tres pinchazos, estocada corta perpendicular ladeada, rueda de peones y descabello (silencio); pinchazo, estocada corta escandalosamente baja y rueda de peones (pitos). Luis Miguel Encabo: bajonazo (minoritaria petición y vuelta con protestas); estocada corta muy trasera caída a toro arrancado (silencio). Rafael de Julia: estocada (oreja); estocada perdiendo la muleta (oreja); salió a hombros por la puerta grande. Enfermería: asistido el banderillero Juan Carlos Montegrifo, cogido por el 6º, de puntazo en un muslo y contusiones, pronóstico reservado. Plaza de Las Ventas, 20 de mayo. 12ª corrida de abono. Lleno.
Le correspondieron a Rafael de Julia dos encastados toros de nobleza excepcional. No se crea, sin embargo, que esto constituyó excesiva ventaja. A los toros nobles, si encastados, es preciso torearlos bien pues de lo contrario son ellos los que torean y acaban llevando al presunto torero por la calle de la amargura.
Eso, o les deslucen las faenas, ponen al descubierto sus trucos y sus limitaciones. Tal acaeció en la tarde ferial y dominguera: que la corrida de Carriquiri (y el remiendo de Astolfi también) salió sencillamente maravillosa por su encastada nobleza. Y aparte el tremendo volteretón que el toro sexto le pegó al banderillero Juan Carlos Montegrifo en una imprevista arrancada, puso en un serio compromiso, cuando no dejó víctimas del oprobioso desaire, a los toreros que no la supieron torear.
Uno de los toreros que no toreó fue José Luis Bote; ver para creer, parece mentira. Sí, quizá su lote resultó el menos bueno, pero peores compromisos habrá llegado a superar desde que empezó (hace ya la tira), con su pundonor y su torería. En la presente ocasión, en cambio, se le vio falto de recursos, quizá de ilusiones, sin asomo del arte y la técnica que forman parte de su patrimonio. Caramba con José Luis Bote.
Luis Miguel Encabo lanceó con aseo, banderilleó a toro pasado y bulló mucho; mas aquello de torear en sentido estricto no le acababa de convencer. Pegó muchos pases aprovechando la pastueña condición de su lote, y estuvo voluntarioso siempre, aunque no tanto como parar, templar y mandar. Le pidieron la oreja de su primer toro mediante un griterío tremendo lo cual no significaba que hubiese mayoría parlamentaria. Lo que había era franca minoría, sólo que escandalosa, y además al toro en cuestión lo había matado de un bajonazo, que no podía ser merecedor de galardones sino de vituperios.
De lo que en realidad adolecían tanto el diestro de las orejas fallidas como el de las logradas era que no acababan de macizar. El toreo, pontificó el sabio, o es macizo o se queda en nada. Pepe Luis Vázquez, que no sería Papa del toreo en la liturgia de la fiesta (pues al Papa ya lo tenía nombrado Mariano de Cavia) pero sí camarlengo y representante en la tierra de la divinidad táurica, decía que las faenas de capa y muleta en general y las suertes en particular han de ser masisás. Cómo, se sabe perfectamente aunque sea complicado explicarlo. Si un torero -pongamos Rafael de Julia en muchos pasajes de sus intervenciones muleteriles- se coloca fuera cacho, mete pico, embarca distante, evidentemente no masisa; y si, por el contrario -volvamos a Rafael de Julia en diversos destellos durante los mismos desempeños-, adelanta la pañosa, se trae al toro toreado, le carga la suerte, le liga los pases y los abrocha con el hondo de pecho, eso -sí señor- es masisar.
Claro que Rafael de Julia lo hacía en la modalidad que llaman derechazo en tanto a la del natural apenas recurrió y cuando lo hizo le salió desaliñada; como si le cayera tirriosa. Y no se crea que éstas son erudiciones a la violeta; antes al contrario, pesan cuando de valorar las salidas a hombros por la puerta grande se trata. De cualquier forma Rafael de Julia cobró sendas estocadas que por sí solas valían la oreja. Y una más una son dos. Y con dos, sales por la puerta grande; que es como si te hubiese tocado la lotería.
Babelia
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