Amistades peligrosas
.El primer plano de esta segunda película del irlandés Kieron Walsh ya deja entrever por dónde discurrirá buena parte de este Cuando Brendan...: un hombre yace tirado en la calle, contra una alcantarilla, mientras una voz en off recuerda un plano inicial de otra película, El crepúsculo de los dioses. Referencia irónica, no dramática, como en el filme inmortal de Billy Wilder, pero referencia más que puntual: de hecho, gran parte del peso narrativo de esta curiosa, un tanto blanda peripecia afectivo-criminal reposa sobre citas cinéfilas que terminan siendo algo más que homenajes.
Porque lo que hacen Walsh y su guionista, Roddy Doyle, habitual colaborador de Alan Parker (Los commintments) o Stephen Frears (Café irlandés, La camioneta), es trufar esta narración del amor entre un profesor apocado y tímido y una ardorosa ladrona de pisos, no ya de menciones a películas, de Centauros del desierto a Hasta que llegó su hora, de El hombre tranquilo a La ansiedad de Verónika Voss, de Esmeralda la zíngara a Al final de la escapada, por citar sólo algunas, sino convertir esas referencias en materia narrativa, reproducción de determinados encuadres incluida, hasta el punto que, en una de las mejores escenas, sus protagonistas se trasmutan en Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg...
Todo esto está al servicio de una anécdota corta, aunque bien contada y con toques de humor, pero demasiado contenida para lo que habría podido permitir. Puestos a optar por lo irreal, visto que a nuestro hombre le llaman sus alumnos 'muerto viviente', tal es su despiste; que se lanza a cantar a pleno pulmón en cualquier parte, o que roba en la casa de su hermana, cagada en la cocina incluida, mejor hubiera sido un poco más de arrebato, un gramo más de locura.
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