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Columna
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La Fundación

Tengo para mí que Francesc Baixauli, actual secretario de Formación y Dinamización del PSPV, es una de las cabezas más innovadoras y dispuestas para abrirle nuevos horizontes al partido. Fue él y pocos más -no debo olvidar a Andrés Perelló- quienes, apenas perdidas las elecciones de 1995 y aflorada ya la crisis interna socialista, plantearon públicamente los supuestos doctrinales de un debate partidario que nunca se produjo, o no me consta. Primaban entonces los problemas orgánicos y, además, no estaban los ánimos para involucrarse en reflexiones teóricas. Pero la inoportunidad del envite no descalifica su vigencia y conveniencia.

Ahora, al pairo del sosiego recuperado, el mentado dirigente, suponemos que en el marco de sus competencias y obligaciones, propone la creación de una Fundación que, a tenor de lo divulgado, tendría como objetivo reunir a las personas más idóneas para poner al día el programa socialdemocrático, formulando cuestiones o respuestas a los grandes desafíos que nos conciernen. Desafíos indígenas y universales, queremos entender, ya que, en suma, se trata de abordar teóricamente los déficit sociales y democráticos a la luz del pensamiento único y de sus posibles -o imposibles- alternativas.

Tan loable propósito propiciaría que el socialismo valenciano atrajese a buena parte de sus mejores talentos, hoy dispersos y desentendidos en buena parte del partido. Una descapitalización de docentes universitarios e intelectuales con quinquenios de servicios, que acaso fuera inevitable en los aciagos y recientes tiempos de los cuchillos largos, pero que ya va siendo hora de enmendar. El PSPV no puede permitirse este despilfarro de inteligencia y conocimientos, ni tampoco le es dable renunciar al concurso de los individuos más jóvenes interesados en el debate teórico que suscita los desafíos del siglo tanto como la formulación de propuestas para recuperar el gobierno de la autonomía. Son planos distintos, pero en modo alguno incompatibles. Los problemas de la inmigración y los riesgos que acechan al territorio del País Valeniano, ponemos por ejemplo, requieren respuestas y criterios racionales para jerarquizarlos en un plan de prioridades que el PSPV nunca se ha detenido en elaborar. Ya le toca.

Me consta la favorable predisposición del secretario general, Joan Ignasi Pla, así como la de un cualificado número de militantes persuadidos de esta laguna. Pero a nadie se le oculta que hará falta mucha persuasión para atraer los mejores cerebros, con o sin carné de partido. En este punto va a resultar decisiva la labor y voluntad del citado líder, por más de que es muy consciente de cuán desasistido se encuentra si se apresta a componer un discurso innovador y sólido. Tampoco es desdeñable la carencia de un precedente del que se desprendan las pautas de funcionamiento, pero alguna vez ha de ser la primera y el tiempo, quieran que no, es el activo más abundante de los socialistas. Lo grave, precisamente, será que algunos no lo entiendan así y opten por rendirse a las urgencias de la lucha por el poder sin otros créditos que los enunciados tópicos y la codicia por la poltrona. De salirse estos con la suya habremos de colegir que el PSPV no está maduro para la Fundación, ni para nada.

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