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Columna
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Intuitivas

Amelia Valcárcel ha clausurado las jornadas de Mujer y filosofía con una conferencia cuyo título era ¿Existe el pensamiento femenino?. Explicó que el título le había sido impuesto y que ni negaba ni afirmaba la pregunta por tratarse de un tema inmaduro y para el que las doctrinas establecidas quizá no pudieran ofrecer mucha ayuda. 'Hay poca historia y poco campo del pensamiento femenino'; aún no se ha llevado a cabo un seguimiento de dicho pensar para sacar referencias generales.

A continuación echó por tierra todas las explicaciones naturalistas que nos hemos bebido últimamente sobre las diferencias de los cerebros masculinos y femeninos, aquellas mediante las cuales se llega a la conclusión de que las mujeres tienen un pensamiento sintético y analógico y los hombres lo tienen analítico, todo El primer sexo de Helen Fisher con el pensamiento en red o unidireccional. Pues de eso, nada de nada.

Sí consideró importante la relación entre mujer y saber, esa necesidad de excepción, de ser genio para entrar en ese mundo del saber, como fue el caso de Hanna Arendt, de quien nos contó que confesaba no querer ser feminista para no perder los privilegios de su excepcionalidad; y también ese de tener que pensar de manera diferente, más creativa quizá y por 'sendas intransitadas', como María Zambrano.

Pero, eso sí, todas pensamos, las que no somos genios también, temas más sencillos y cotidianos, pero pensamos antes que nada y en contra de la opinión -no se sabe por qué- de que nuestro pensamiento es tan inmediato como intuitivo. La profesora nos echó un cable citando a Plotino, para quien la intuición va después del pensamiento, pues de otra manera no sabríamos qué es lo que intuimos; luego tampoco puede ser inmediato. Lo que significa que, por muy intuitivo, inmediato y ensimismado que parezca, nuestro pensamiento es discreto, discontinuo.

Dos cosas podía afirmar la oradora: sí existe un pensamiento feminista que está en el tramo medio de las transformaciones necesarias y no hay paridad en el pensar: existe un techo de cristal en el mundo del saber y las mujeres se quedan en los primeros escalones.

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