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Elecciones en el País Vasco
Columna
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Ibarretxe y algo más

Escrutadas las urnas del País Vasco, se impone felicitar al candidato ganador, Juan José Ibarretxe, que encabezaba la coalición PNV-EA y abrir enseguida unas jornadas de reflexión para recuperar la lucidez después del estruendo de la campaña. Qué interesante, una vez más, avanzar en el conocimiento de algunas realidades a través de la experiencia de sus límites. Examinemos, por ejemplo, el caso de los medios de comunicación, sobre cuya pretendida omnipotencia parecía pivotar el diseño que La Moncloa había hecho de esta campaña vasca. Y reconozcamos que toda la potencia de fuego concentrada por la prensa y demás medios bajo la dependencia o en afinidad con el Gobierno de Aznar ha sido incapaz de demoler las oportunidades electorales del PNV ni de mejorar, salvo en un margen mínimo, la aceptación del primero de sus rivales, el PP de Jaime Mayor Oreja.

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En la noche del domingo pude observar de modo muy directo hasta qué punto las gentes del PNV se han estado sintiendo hostigadas por los medios de comunicación durante esta campaña. ¡Cuánta gente ha votado a la defensiva! ¿Tenemos nosotros pinta de asesinos?, me preguntaban algunos. Estaban en el desahogo impertinente como si el abajo firmante hubiera sido el jefe de la Brunete mediática o se hubiera dedicado a la práctica del denuesto al nacionalista. Otros se esforzaban por establecer diferencias, se declaraban oyentes o lectores y se erigían en garantes. Los reflejos de la nocturnidad favorecían la búsqueda de afinidades y de raíces compartidas que pudieran reforzar la confianza de aquellos noctámbulos de ocasión. Por ahí llegamos a los veranos pasados en Lekeitio y a las fiestas del ganso por San Antolín. Mientras, íbamos cambiando de barra y de local, pero los coleguis prodigaban el uso de diversas ventajas de tal manera que en toda la noche me fue imposible pagar una sola copa. Aitor proclamaba que Arzalluz me apreciaba e insistía en invitarme a tomar el mejor besugo del País Vasco, es decir, del mundo, en su restaurante de Deusto mientras Izasku y su cuñado de Bermeo negaban que existiera esa posibilidad e insistían en que esos peces vienen ahora de Marruecos. La cuestión pesquera amenazaba bronca. Se reiteraban las proclamaciones de amistad imperecedera, las lamentaciones sobre los desastres de la globalización, verdadera amenaza a las conversaciones familiares de sobremesa, los reconocimientos admirativos de cómo somos los vascos y los intentos de captarme para la militancia del PNV. Fueron pasando las horas, clareó la madrugada, sobrevino el cierre de todos los locales de nuestro recorrido peatonal y tuvimos que disolvernos.

Reconozcamos que la tarea más urgente es la de entender el mensaje que han dado los electores evitando las tergiversaciones interesadas de los hooligans, que tanto daño vienen haciendo. Antes se impone reconocer algunos factores nuevos. El primero es el papel asumido por los intelectuales y universitarios, que han apostado por la defensa activa de las libertades. El segundo es la invocación pública de la Constitución y el Estatuto, concebidos como vertebradores de un sistema de derechos, libertades y garantías del que además derivan las únicas instituciones existentes que amparan a todos. El tercero deja constancia de que los extremos antes prevalecientes han perdido toda vigencia: ¿dónde están ahora los que oscilaban entre propugnar una solución militar o declararse por completo desinteresados por la suerte del País Vasco? Qué diferencia con tiempos así, porque, en este momento, entre la ciudadanía del resto de España ha cundido una nueva actitud de atención y disponibilidad hacia el País Vasco al que todos querrían prestar su contribución para que fuera liberado del terrorismo y de los terroristas.

Queda para Ibarretxe la administración de la victoria con inteligencia y magnanimidad como mandan los cánones y con respeto al compromiso básico tomado con carácter irrevocable ante los electores de rehusar los votos de Euskal Herritarrok por considerarlos invalidados una vez que esa formación no condena los crímenes. A su líder Otegi corresponde la palma de la derrota. Pero inmediatamente detrás debe mencionarse a José María Aznar, que hubiera debido ausentarse de la primera línea de la campaña aplicando el principio de la división del trabajo y preservando el activo de sus deberes institucionales.

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