Riazor no basta
Visto el asunto desde la pura estadística, la consecución del título debería ser una labor sencilla para el Madrid. Le bastan dos victorias en cuatro partidos, contando -que ya es mucho contar- con que el Deportivo gane todos sus choques hasta el final del campeonato. Tres de los cuatro próximos rivales del conjunto de Del Bosque son además equipos que están en la mitad baja de la tabla e incluso, como el caso de Oviedo y Valladolid, que coquetean angustiosamente con el descenso.
En circunstancias normales, la Liga se daría por zanjada, pero parece claro que el Madrid no está precisamente en una situación de normalidad. Lo han demostrado sus dos últimos partidos en el Bernabéu, donde no fue capaz de ganar a otro equipo que sufre los rigores de los últimos puestos, el Osasuna, ni tampoco a un rival como el Espanyol al que ya muy pocos objetivos le quedan. El Madrid ha generado tal cantidad de dudas con su espectacular pájara que ahora mismo ya nadie se atrevería a asegurar que el conjunto de Del Bosque esté en condiciones de conseguir la mitad de los doce puntos que quedan en juego, por muy apacible que parezca su calendario a primera vista.
El Deportivo, actual campeón y único equipo en condiciones de arrebatar al Madrid un título que se daba por descontado desde hace tiempo, se ha encontrado de repente ante el estímulo que le faltaba en las últimas jornadas. Tras su eliminación en la Liga de Campeones, los blanquiazules miraron hacia arriba, midieron el tamaño del abismo que les separaba del Madrid y les entró la depresión. Así, mal que bien, han ido tirando un tiempo, en el que recuperaron su peor defecto de la pasada campaña: en sus cinco últimos desplazamientos, el grupo de Irureta sólo ha sido capaz de sumar un punto.
Pero la última jornada ha sido como un rápido y eficaz fármaco contra la tristeza. No sólo porque el Madrid se desplome, sino porque el Deportivo ha reforzado su autoestima tras el delirante partido contra el Alavés: maltratado por el árbitro, con diez hombres en el campo y un gol en contra, el conjunto blanquiazul recuperó su vena heroica y fue capaz de dar la vuelta a un choque imposible. Una hazaña que, como todas, invita a soñar.
No hay duda de que el Deportivo está en mucho mejor situación que hace unos días, pero sería aventurado concluir que el grupo de Irureta ha disipado todas las dudas que lo aquejaban. Cuando uno se retira de la batalla -y el Depor, por mucho que dijesen las declaraciones oficiales, ya lo había hecho- resulta muy difícil volver. Regresar al estado de ánimo del deslumbrante mes de febrero, en el que el Depor maravilló hasta alimentar esperanzas de nuevos títulos, parece casi imposible. Y, además, persiste la duda principal, ese enigma que se ha adherido al equipo de Irureta para perplejidad de sus aficionados: ¿Por qué un conjunto inabordable en su propio estadio se derrite cuando le toca viajar?. Porque esta vez no es como el año pasado. Esta vez Riazor no basta.
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