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Entrevista:JULIO CÉSAR MONTE | EX GUERRILLERO GUATEMALTECO | NOTICIAS DE LA EDICIÓN INTERNACIONAL

"Aún se puede asentar la paz sin volver a las armas"

Julio César Montes (Guatemala, 1942) ha pasado más de media vida en las guerrillas de Latinoamérica, cuando una de sus muchas identidades era la de comandante Montes. De aquella época quedan unos ideales, puestos al día, y La guerrilla fue mi camino, una autobiografía en la que repasa una trayectoria que inició en 1962, con la fundación de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) de Guatemala.

Siempre estuvo en primera línea de combate, aunque jamás fue herido y varias veces fue dado por muerto por los Gobiernos que pretendía derrocar. Estaba con Fidel Castro cuando se supo que habían matado al Che Guevara y estaba en Hanoi en 1966, el día del primer bombardeo masivo estadounidense de la guerra del Vietnam. De regreso a Guatemala fundó en 1972 el Ejército Guerrillero de los Pobres. Luego marchó a combatir a Nicaragua y El Salvador y acabó dejando las armas para participar en los procesos de paz de esos tres países. Ahí sigue, asesorando a la izquierda mexicana en la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) y dando conferencias donde le llaman para explicar sus vivencias.

Pregunta. ¿Valió la pena aquella lucha?

Respuesta. Por supuesto. En todos los países de Centroamérica, excepto Costa Rica, había dictaduras militares y ya no queda ninguna. Ya no hay Somozas en Nicaragua, y había una dinastía. La rueda de la historia no hubiera avanzado en Centroamérica si no hubiera sido por el esfuerzo guerrillero que desarrollamos. Con un precio muy alto, tanto a nivel particular, como colectivo. Todos mis hermanos fueron muertos en combate, igual que mi esposa, pero creo que valió la pena. Aquél fue el ambiente que nos tocó vivir y no podíamos estar al margen. Actualmente, si no existiera el frente armado en Chiapas, nadie en Europa ni en el mundo prestaría atención a los indígenas.

P. ¿Quiere decir que la guerrilla jugó un papel vital para la democratización de esos países?

R. Sin la actividad de la guerrilla se hubiera vivido en muchos países de Latinoamérica un proceso de democratización totalmente falso, como ocurrió en algunos breves periodos en Guatemala, en los que un militar designaba a un civil que lo representara y el poder seguía siendo militar. En Nicaragua ya no hay Ejército golpista, sino un Ejército popular sandinista. En El Salvador las fuerzas de izquierda son la segunda fuerza del país y en Guatemala, hasta hace unos años, no se podía tener ideas de izquierda. Fue una cuota muy alta. Guatemala tuvo cerca de un millón de desplazados y exiliados. Tuvimos 200.000 muertos en todo este periodo de 36 años de lucha y 400 aldeas arrasadas, todas del pueblo maya excepto una. El responsable de esos hechos no fue otro que el presidente Efraín Ríos Montt, actual presidente del Congreso y quien virtualmente gobierna en Guatemala. A Pinochet le está persiguiendo la Justicia por 3.000 muertos y Ríos Montt, en un solo año, provocó 70.000 muertos. Todavía los procesos de paz son débiles, se han estancado, pero la sociedad avanza en otro sentido.

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P. Pero en ocasiones parece que ese avance se realiza sobre un techo de vidrio, que es muy frágil.

R. Sí. La prensa de Guatemala publicó hace unos días que hay muchas posibilidades de que se produzca un estallido social, porque hay una impunidad muy grande en el país. Las estructuras judiciales están totalmente contaminadas, corruptas. El ministerio público está controlado por la inteligencia del Ejército y a menudo se absuelve a los narcotraficantes. Hay un narcoejército y abundan los narcopolíticos. Existen crímenen sin respuesta, como el de monseñor Gerardi, que murió tres días después de ver publicadas todas las masacres que hizo el Ejército. Pero esos hechos siempre quedan impunes. Los procesos de paz han de engoblar a todas las fuerzas insurgentes y han de combatir la impunidad, porque si no surgirán nuevas formas de violencia.

P. ¿Justificaría la vuelta a las armas por ese descontento social?

R. Ya hay gente que ha tomado de nuevo las armas en Guatemala, pero a nosotros nos parece que todavía hay posibilidades de lograr un cambio totalmente legal sin necesidad de recurrir de nuevo a las armas. Nadie que ha participado en un proceso armado puede ignorar lo duro que es retomar las armas. Nosotros apostamos por la paz y pedimos a la comunidad internacional que contribuya a ello. Pero también he de advertir que puede darse un proceso generacional de nuevas formas armadas que ya estarían no sólo en contra de los militares, sino de los jefes guerrilleros que firmaron el proceso de paz.

P. Los partidos de la izquierda tienen una gran responsabilidad para evitar que esto ocurra.

R. La izquierda es la segunda fuerza en El Salvador y Nicaragua y la tercerca en Guatemala. Somos un factor muy importante de estabilidad en Centroamérica que no se puede dejar de tener en cuenta. Si en Guatemala se vuelve a las armas esto se puede generalizar en todo Centroamérica y en Chiapas.

P. Chiapas es un caso atípico. ¿Por qué?

R. Para nosotros Chiapas significa una ruptura con todas las formas tradicionales de la guerrilla en Centroamérica. Cuando ellos lanzan su declaración de Sierra Lacandona no hablan de toma del poder, sino de cambios que pueden lograrse a través de la reforma del Estado, sin necesidad de establecer un poder revolucionario o un partido único, que es lo que nos planteamos nosotros en Guatemala. Todas sus demandas pueden ser resueltas desde el Congreso, pero parece que hay demasiadas resistencias en el Gobierno. Con la ley de la Cocopa parece que se ha estancado el proceso de paz.

P. ¿Cómo ve el futuro de México?

R. Espero que la sociedad civil, que se lanzó a las calles de México al iniciarse el combate y exigió a ambas partes que se pararan las armas, pueda manifestarse de nuevo. Ningún proceso de paz en el mundo puede tener validez si está al margen la sociedad civil.

P. El fiscal general de Colombia advertía el otro día en Barcelona de que los procesos de paz no pueden construirse sobre la impunidad. ¿Comparte esta opinión?

R. Los procesos de paz tienen que contemplar y reconocer las violaciones que se hayan cometido por ambas partes. Nosotros en Guatemala asumimos la responsabilidad del 3% de actuaciones que supusieron violaciones de los derechos humanos. El otro 97% lo cometió el Ejército, pero hasta ahora no se ha enjuiciado ni un sólo militar en Guatemala por estos hechos. No se dio una ley de Punto Final y el Ejército controló todo el proceso de paz aprendiendo de la experiencia de Nicaragua y El Salvador. La paz ha de construirse sobre la base del enjuiciamiento a los crímenes de lesa humanidad.(*CF*) No puede argumentarse la defensa de Dios, de la familia o del Estado para justificar las masacres que ocurrieron en Guatemala.

P. ¿El problema no es que la guerrilla aceptó esa impunidad a cambio de lograr la paz e iniciar la vía democrática?

R. Tenemos que retomar el camino y evitar procesos manipulados. Cuando se celebran elecciones tenemos una gran inexperiencia y falta de recursos económicos y ellos aprovechan eso para mantenerse en el poder y así mantienen la impunidad. El Gobierno de Guatemala es el más corrupto de la historia del país y un año después de ser elegido tiene el 80% de la población en contra, según las encuestas. Es necesario replantearse ya el cambio democrático en el país o atenerse a las consecuencias.

P. Otras experiencias más gratificantes para la guerrilla, como la de Nicaragua, acabaron en depención.

R. Yo estuve en el proceso de paz nicargüense y los errores cometidos por la dirección sandinista fueron pagados con una alta cuota de votos en contra porque no hay que olvidar que 14 partidos se enfrentaron a uno solo, que era el sandinista. Ha habido tiempo para la reflexión y las condiciones que ahora existen en el país son diferentes. El sandinismo se mantiene como una fuerza importante y esperamos que si ahora llega al Gobierno no se cometan aquellos errores.

P. En España se da el fenómeno terrorista de ETA, que algunas veces se ha querido vincular a la actividad de una guerrilla singular.

R. La lucha que hay aquí difiere mucho de la guerrilla de Centroamérica. Nuestra actividad principal era combatir a los militares del Estado, y crear ejércitos populares, no atentar contra los individuos. Los movimientos guerrilleros no pueden adoptar tácticas que los aislen de la simpatía internacional. En eso estuvo basado el éxito de la guerrilla de Nicaragua y El Salvador, hasta el punto de que Rigoberta Menchú, que había estado en el Ejército Guerrillero de los Pobres, acabó siendo premio Nobel de la Paz. Yo no soy nadie para enjuiciar a ETA. Ellos deberán responder ante la historia por sus formas de lucha. Nosotros ya lo hicimos y hemos reconocido y asumido nuestros errores.

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