Otra obra maestra iraní
Ya comienza a ser una rutina o una especie de noticia litúrgica decir que los programadores de casi todos los festivales de cine importantes nos han traído una nueva película magistral procedente del sorprendente hervidero de ideas y de imágenes en que se ha convertido el pobre, casi artesanal, cine de Irán.
Esta edición del Festival de Cannes no es una excepción a esa casi norma y ayer llegó a la pantalla de la gran sala Lumière el filme Kandahar, personalísima obra de uno de los grandes veteranos de la escuela iraní, Mohsen Makhmalbaf, que en la abstracción del puro desierto, en un paisaje sin calidades, deslumbrador, exacto e ilimitado mueve a varias decenas de intérpretes naturales en la representación más simple, eficaz, bella y viva que cabe imaginar del horror del fascismo islámico de los talibán que torturan hasta límites indecibles a ese desdichado país, y muy por encima de todo, a sus mujeres, cuyas humillaciones cotidianas alcanzan grados de crueldad escalofriantes.
Hay escenas inolvidables en esta sencilla y emocionante película libre y liberadora, viva y vivificadora. Son escenas que recuperan, dentro de los estrictos cánones de la escuela realista de Teherán, la demoledora energía subversiva del mejor surrealismo. La rectitud de la mirada de Makhmalbaf tiene algo de filo de navaja, pues corta en dos cuanto cae en su campo y deslinda con nitidez el lado de tragedia y el de documento de un juego de relaciones entre personajes no inventados, sino vivos, que indigna y conmueve al mismo tiempo; que hace apretar los dientes y sonreír sin solución de continuidad. Es éste el rasgo de ambigüedad que sólo alcanzan los maestros de este oficio, ya que Makhmalbaf es capaz de mostrarnos en un instante el revés y el derecho de una imagen, su crudeza y su ternura, lo que tiene al mismo tiempo de horror y de amor, de bofetada y de caricia.
Abel Ferrara
Y, mientras tanto, la sección paralela Una Cierta Mirada arrancó su habitualmente bonita programación con una película del neoyorquino Abel Ferrara de título tan críptico como éste, 'X XNAS, y que, para no perder la costumbre en este cineasta con tendencia a cultivar sus obsesiones, trata de la droga, del reparto cotidiano en los bajos fondos de Nueva York de droga dura, pero esta vez con tratamiento cinematográfico blando. Pero no blando en sentido peyorativo, sino dulce, no violento, casi en el borde del buen costumbrismo. Una especie de sainete negro de Manhattan. Es un filme descriptivo, inteligente, muy bien construido y con escenarios y personajes admirablemente manejados y definidos por la cámara de Ferrara, que una vez más demuestra que lleva el cine y Nueva York en las venas, pues hay escenas en su película que parecen literalmente respiradas en las aceras de la gran ciudad, de puro limpia y fácilmente que le salen. La película aspira a uno de los premios extraoficiales y, por lo visto hasta ahora en las secciones paralelas, puede buenamente considerarse como una seria candidata a él.
Babelia
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