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FÚTBOL | 34ª jornada de Liga

El árbitro maneja el partido

El Deportivo superó al Alavés jugando con uno menos en un encuentro con tres penaltis

Xosé Hermida

El árbitro transformó el duelo en una feria y, contra todas las apariencias, el Deportivo sobrevivió en medio de un paisaje grotesco. Al cuarto de hora de partido, el equipo de Javier Irureta estaba en una situación desesperada: con un gol en contra y un hombre menos, después de que el árbitro convirtiese un toquecito de Naybet a Javi Moreno dentro del área en una sangrienta agresión. Las remotas ilusiones de alcanzar al Madrid y hasta la necesidad de asegurar la Liga de Campeones parecían esfumarse. Pero el Depor reaccionó con furia, y el árbitro penó sus culpas y se solidarizó con la causa. Le regaló un penalti y los de Irureta aprovecharon el obsequio. para culminar la remontada gracias otra pena máxima, la más clara de las tres, en una noche completamente tronada a la que el Depor sobrevivió contra todas las apuestas.

Hay dos viejos defectos de nuestro fútbol que irritan de una manera especial. Uno lo encarnan los árbitros, con su estrecha mentalidad burocrática y su autoritarismo de caricatura. El otro es patrimonio de los jugadores: esa penosa afición a la teatralidad tan jaleada por algunos como muestra de las esencias de la picaresca hispana. Ambas perversiones se juntaron anoche en Riazor, desnaturalizaron un partido de fútbol y añadieron un episodio más a la terrorífica lista de desatinos arbitrales que ha ido engrosando esta Liga.

El jaleo se montó allá por el minuto 13, cuando Javi Moreno se plantó en el área y Naybet le arrebató la pelota. El delantero persistió en el acoso al defensa local, que ya estaba de espaldas, y éste le lanzó un manotazo hacia atrás. La mano abierta no fue más allá de rozar la cara de Javi Moreno, pero el internacional del Alavés cayó como si lo hubieran ametrallado. Y el amable brazo de la ley acudió en socorro de la víctima. El árbitro procesó sus legajos mentales y aplicó la legislación vigente: penalti y tarjeta roja. Así, con toda la ligereza y el desparpajo, como quien manda a un preso al patíbulo con el testimonio de una señora que oyó contar algo a su vecina.

El Deportivo había tenido problemas desde el principio ante un Alavés que no se anda con los señoritismos de otros: ese cansancio mental que tanto afecta a los equipos de más altos vuelos no va con el conjunto de Mané, que, a pesar de su histórica cita del miércoles en Dortmund, encaró el partido con la humildad, la abnegación y la claridad de ideas que le distinguen. Si el Deportivo ya lo estaba pasando mal al principio, la desventaja en el marcador y en la alineación parecía abocarlo a una noche de pesadilla. Curiosamente, el efecto fue el contrario. El público y los jugadores se encabritaron, y el Deportivo, herido por la incompetencia ajena, sacó el orgullo. Más que jugar, empujó, pero la reacción tuvo la virtud de inyectarle un vigor que no había tenido al principio. Bien es verdad que el Deportivo volvió a salvarse gracias a Molina, que confirmó su excepcional temporada. El guardameta mantuvo un duelo con Javi Moreno que alcanzó momentos de (*CF13*)western:(*CF*) en tres ocasiones se enfrentaron cara a cara y sin testigos, y en las tres Molina se llevó la pelota.

Desde la grada y desde el campo, el árbitro no cesaba de recibir presiones, y la táctica, como era previsible conociendo el percal, dio resultado. Cuando el descanso se acercaba, Contra cargó un poquito a Víctor en el área, el deportivista se cayó y el árbitro pitó un penalti que nunca lo hubiese sido de no mediar todo lo anterior. Y así como le habían echado a patadas del choque, el Deportivo recibió un empujón para regresar a él. Con una novedad, además: a la siguiente ocasión, el árbitro acertó. Al poco de empezar la segunda parte, Contra derribó a Víctor y el segundo penalti sirvió para que Tristán se reivindicase en su pulso con Irureta, para que su antiguo equipo, el Mallorca, cobre 300 millones de pesetas -recompensa estipulada en el traspaso si el jugador rebasaba los 15 goles- y para que el Deportivo saliese de las cuerdas.

El Alavés se vio en la situación que menos le gusta, obligado a llevar la iniciativa, y ya no supo cómo manejar el partido. Además, el árbitro se cansó de pitar penaltis. Y eso que pudo haber alguno más en el área deportivista. Pero la feria ya no daba más de sí.

Romero y Astudillo, en una jugada del partido.
Romero y Astudillo, en una jugada del partido.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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