Aguas fronterizas
Un frondoso valle atravesado por el río Albayate separa el Poniente de Granada y las sierras cordobesas
Albayate es algo más que un río, es una débil frontera que separa dos entornos muy distintos. En otros tiempos sirvió de referencia para dividir aquellas tierras pertenecientes a los califas cordobeses y las propias del Reino de Granada. Aún hoy es la línea que separa una provincia de otra a su paso por el término municipal de Montefrío.
Este punto, donde la carretera que lleva desde Loja hacia Priego de Córdoba se divide en el cruce Poyata, se percibe por el visitante como un paraje recóndito pero ideal para el disfrute de los sentidos: un vergel de agua y vegetación que, a los pies de la Subbética cordobesa, se esconde con timidez.
A sólo tres kilómetros de Algarinejo -la población más cercana-, se encuentra este pequeño valle rodeado de serranía y atravesado por el río de Albayate, que los lugareños llaman arroyo Seco (aunque no hace honor a su nombre en casi ninguna época del año). En la misma orilla de esta cuenca hay un molino de trigo construido en el siglo XVII y llamado Albejanar.
A escasos metros de esta construcción, el río forma una graciosa cascada, un rincón para disfrutar del rumor del agua y del sonido del croar de las ranas, ritmo constante que a los pocos minutos de estancia en el entorno deja de sorprender, a pesar de ser casi el único ruido que perturba el silencio de este paraje.
Las diferentes estribaciones que el río forma a lo largo de su recorrido pueden ser un aliciente para el visitante, que tiene la posibilidad de caminar por senderos para contemplar el nacimiento del arroyo en la sierra que le da nombre: Albayate. No es un sendero preparado especialmente para el caminante, pero no resulta demasiado difícil el acceso a través del rastro del agua, con el encanto añadido de pisar tierras vírgenes.
En cualquier caso, no es necesario subir a las alturas de la sierra para disfrutar del placer de ver nacer el agua de entre la piedra. En el mismo valle del cruce Poyata, el río aumenta su caudal, pues recibe la afluencia de otro nacimiento que vierte su agua en caída libre desde unos 10 metros por encima del cauce. Este salto se encuentra integrado en el molino que hay en el lugar, pues es de prever que se construyó justo en ese punto para aprovechar la fuerza del nacimiento.
El camino de llegada no merece desperdicio, a excepción del tramo de la A-92 por el que se ha de pasar si se accede desde Granada o Málaga. No es que el entorno sea digno de menosprecio, sino que los problemas que ocasionan los frecuentes atascos pueden retrasar la excursión y llegar a desesperar.
Pero una vez en Loja, la carretera que conduce a Priego de Córdoba adentra al visitante en el corazón del altiplano andaluz, con su mosaico de olivares salpicados de plantaciones de trigo y campos de amapolas que ponen el toque de colores cálidos a la mezcla de verdes y ocres del terreno.
La carretera sinuosa emborracha con la ayuda del color y el olor de los jaramagos, los conejitos y las gayombas que bordean el asfalto, junto a múltiples chaparros y álamos próximos a los arroyos que salpican el camino, entre los montes bajos que atraviesan.
A la salida de Loja, comienza un camino de ascenso hasta llegar al anejo de este municipio que recibe el nombre de Ventorros de San José. En esta ruta, que nunca pierde en su horizonte la silueta de la sierra de Loja, es común encontrarse, sobre todo en las primeras horas de la mañana, a gente que recoge espárragos. En especial, la zona de los Gayombares, que recibe este nombre por la proliferación de este arbusto en otro tiempo, y que se conoce como uno de los terrenos más fértiles de la zona, por lo que se aprovecha para la siembra del espárrago desde hace algunos años.
A partir de Los Ventorros (como es conocido el anejo), el camino hasta el río Albayate es un ligero pero continuado descenso por el bajo monte. Estas tierras de tradición olivarera se salpican constantemente con cortijos de labranza, por lo que se percibe el contraste de terrenos dejados de la mano de la naturaleza (llenos de flores y arbustos silvestres) y otros cultivados primorosamente por manos expertas. Tras dejar atrás el municipio de Algarinejo, entre las sinuosas curvas del camino, aparece el río Albayate escondido entre las faldas de la gran cordillera cordobesa.
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