Juego limpio
Hay que pedir a gritos lo que pide el editorial de este periódico: juego limpio. No sólo en las elecciones que tanto importan a los editorialistas, sino en todo. Pero estamos en una etapa de 'todo vale', que ha ido oscureciendo el país político, moral, intelectual: y hasta el privado. Vivimos una revolución turbia, que está en las Cortes y está en los hogares. Probablemente conozco las democracias mejor que la mayor parte de los ciudadanos de este país: por mi edad, por mis antecedentes, por mis años de vida en países democráticos y, en fin, por mi trabajo y mis libros, y me consta que no es más que una aspiración a juego limpio: más bien por parte de ideólogos que no entran en el combate y por parte del pueblo que cree que éste es su régimen, el del demos, que por parte de quienes, procedentes del ancien régime, no tienen la menor idea de cumplirlo, sino de recuperar lo que es tradicionalmente propio.
Entendámonos: éste es un viejo pleito de desposeídos y de posesores; los posesores se consideraron desposeídos por revoluciones, pactaron democracias, las ocuparon y siguen trabajando dentro de ellas para recuperar lo de sus ancestros. A veces pactan, a veces buscan alianzas, arreglos, equilibrios: a veces los violan. Recordemos a Felipe González: trató de hacer esos pactos, esos arreglos, y fingieron aceptarlos; pero en cuanto pudieron volvieron al juego sucio y le despidieron entre insultos, desprecios, mentiras, burlas y amenazas. No quiero decir que no cometiera errores, y que no sea culpable de muchas situaciones dramáticas actuales, pero hay que contrapesarlo con bienes que produjo: sobre todo para sus enemigos.
El juego sucio se sustituyó por el 'todo vale', fruto insano de un entendimiento cochino de la libertad: se desprendieron del cinturón de castidad, se perdieron los dogmas, y confundieron la agonía de la moral y de la ética desde sus propios libros, con la idea de que todo está permitido. No les faltaba más que la caída del muro de Berlín y la pérdida del enemigo más duro para saber que, en su juego sucio, pueden llamarse socialistas, nacionalistas, globalizadores, todo al mismo tiempo, con tal de que el juego del poder y la riqueza no se pierda.
No eran mejores cuando creían en el infierno y obedecían a los catecismos. También decían mentiras. El infierno mismo.
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