Víctor Manuel lanza su disco 31º y dice que se niega a 'vivir de las rentas'

El secreto de su longevidad artística es que va, según él, 'rebañando'. Víctor Manuel sabe que su gasolina no son los padres, que ya le conocen, sino los vástagos que capta con cada nuevo disco. El hijo del ferroviario, un trabajo en el que muestra su 'descontento permanente', va a ser presentado en directo, en compañía de Ana Belén, en 70 ciudades españolas y americanas, donde meter pan al plato para untar nuevos adeptos que echarse a la boca.

Para herederos el suyo, David, al que tiene de becario a los teclados, en los coros y en la preproducción del disco. También el chico, en un toma y daca generacional, le resuelve rompecabezas tecnológicos. 'Yo me olvido de lo de las máquinas, ya sé que él todo lo va a hacer bien', cuenta el cantautor asturiano. También, y esto es un secreto, le baja canciones de Internet, para que vea lo fácil que es y se le conserven las ganas de seguir batallando contra el pirateo: 'Aquí, vale, si todo es de todos yo me pido la Puerta de Alcalá, pero da la casualidad de que lo único que es de todos es la música. Pues eso ya no me parece tan justo'. Además, ataca a los que dicen que los discos son muy caros: 'Caros son los bares, pero un disco, no'.

Tema ventilado. Ahora pasamos a las elecciones de la Sociedad General de Autores y Editores. Comentan algunos que todo va a seguir igual. 'Igual no. Se ha renovado un 40% de la junta, ya me gustaría que los partidos políticos hicieran lo mismo. La SGAE es, iba a decir, un poder fáctico. Pero no me gusta eso. Es un lugar muy apetecible. Unos para destruirlo y otros para utilizarlo como plataforma', señala. Y llama la atención sobre los nuevos aires. 'Si de renovación hablamos de candidaturas en las que van representantes de las multinacionales, pues...'. Con la respuesta demuestra Víctor estar de vuelta, porque al entrar al lugar de la entrevista, en las manecillas de las puertas se lee: Columbia.

Desolación cultural

Se ve que le gusta meter baza, que la vida no le pase en balde por los ojos. Lee periódicos como un poseso y los comenta: 'Anda que la entrevista con Pilar del Castillo en EL PAÍS el domingo... A eso lo llamo yo echar balones fuera. No se moja en nada. Todo es desolador en la cultura, por no hablar de este Madrid de violeteras y escenas de caza', ataca. Disfruta en la batalla. Normal, viene ya de largo a sus 53 años, de una cuenca minera y una generación alborotadora. 'Antes, cuando escribíamos canciones en los años setenta, creíamos que íbamos a cambiar el mundo o a ganar votos; ahora el tiempo nos ha limado las uñas y creamos para compartir con los demás'.

¿Y qué comparte a estas alturas Víctor Manuel? Pues preocupaciones por temas sociales, como la eutanasia con una canción como Ojalá tengas suerte; o sobre las raíces o la paternidad, con Si nos llegaran los niños y esa devoción por su mujer, Ana Belén: 'Ella es inagotable, no se acaba nunca, por eso es tan fácil hacerle canciones de amor', suelta. La chica saca disco también este mes y con ella despega de gira por 45 ciudades españolas en verano y 30 de América Latina, en otoño. 'Me gusta irme de gira, todo queda parado, es como si cubrieras los muebles de casa con una sábana, y adiós', explica.

Él sale y no se encierra en los hoteles. Le gusta pasear, ir a buenos restaurantes, comprar libros, ver mercados. Busca material para sus canciones: 'Soy un desencantado permanente, pero eso no me impide seguir militando. Antes contaba las cosas que veía un campesino recién llegado a la capital. Ahora, lo que me rodea'. El caso es mantenerse creativo. 'Lo estoy más que nunca, para este disco me han sobrado 10 canciones', comenta. 'No me creo que siga en este mundo. Cuando llegué aquí, creí que podía triunfar y montar un bar. Pero ahora me niego a eso, no hay cosa peor que vivir de las rentas'.