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Columna
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Incongruencias

Seguro que Ciprià Ciscar tiene motivos de peso para desmarcarse de su grupo en la votación del Plan Hidrológico Nacional. Seguro que el diputado valenciano sostiene argumentos de alcance, con la mirada puesta lejos de estrechos intereses tácticos. Al fin y al cabo, él ya no es aquel secretario del Organización del PSOE que aplicaba con mano de hierro la disciplina interna. Por eso ahora puede permitirse una objeción de conciencia que sus partidarios elogian con la misma incondicionalidad que en otros tiempos lanzaban anatemas a quienes se salían del guión (que se lo pregunten a Josep Sanus) porque poseían en exclusiva la ortodoxia. A diferencia de Ruiz Gallardón, Zaplana, como Aznar, se cuida mucho de proponer una reforma del Senado que lo convierta en una Cámara donde se deje sentir el peso de los ejecutivos autonómicos dentro de un Estado federal. El PP valenciano, sin embargo, se atreve a reclamar que los senadores Joan Lerma y Antonio García Miralles voten lo que diga el gobierno sobre el PHN porque han sido elegidos en la cuota de representación territorial y se deben a una disciplina imperativa que no está escrita en parte alguna. Amenazan los populares con la reprobación, un espantajo que tampoco está escrito en parte alguna y que vienen agitando contra el diputado Andrés Perelló y contra todo quisque con el único objeto de meter ruido para disimular la desnudez de su trabajo parlamentario y el vacío de su gestión de gobierno. El líder valenciano de UGT, Rafael Recuenco, ha recibido una dura respuesta de CC OO a sus insinuaciones sobre los favores que supuestamente está prodigando el Consell a este sindicato. Sin entrar en lo atrevido de utilizar un combustible como los fondos de formación (con la que ha caído y puede caer aún en ese terreno) y al margen de que tenga razón CC OO en la firma del acuerdo de pensiones o la tenga UGT en la convocatoria de huelga general, el episodio revela una actitud que se da en otros ámbitos, como la política o los medios de comunicación: alguien decide abrir hostilidades, le declara una guerra al poder sin encomendarse a nadie y, cuando las tropas de los otros no le siguen, les acusa de vendidos, traidores o cobardes. ¡Cómo arrecia la cosecha de incongruencias!

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