_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Agravio

Félix de Azúa

El famoso pianista y director de orquesta Daniel Barenboim se vio envuelto hace unos meses en un escándalo racista. El jefe de los demócrata-cristianos del Senado berlinés, Klaus Landowsky, se refirió a él como 'el judío Barenboim' cuando informaba sobre un posible cambio de dirección en la Ópera de Berlín. Los medios de comunicación alemanes mostraron su indignación. Pero Barenboim reaccionó con sensatez y atribuyó la frase a 'una incorrecta interpretación del judaísmo' por parte del político. Probablemente Landowsky quiso decir 'el israelí Barenboim', y confundió a los ciudadanos de Israel, incluso los que no son de religión judía, con 'los judíos'.

Más tarde, en un artículo titulado Alemanes, judíos y música, Barenboim razonó acerca de los malentendidos y agravios que se producen en Alemania cada vez que aparece la palabra 'judío'. Y citaba una frase de Johannes Rau, presidente de la República Federal, que transcribo: 'El patriotismo sólo puede florecer allí en donde no se da cuartel ni al racismo ni al nacionalismo. No debemos confundir patriotismo y nacionalismo. Un patriota es quien ama su tierra natal. Un nacionalista es aquel que desprecia la patria de los otros'.

El comentario de Barenboim a esta frase me parece muy sagaz. Cree el músico que una gran cantidad de alemanes, avergonzados por la reciente historia de Alemania, han perdido su patriotismo y lo han convertido en nacionalismo. El nacionalismo sería un sustituto del patriotismo entre aquellos que no pueden sentir afecto por su tierra o por la historia reciente de su tierra, pero sí desprecio y odio por la tierra ajena. Gracias a lo cual mantienen un sentimiento de agravio perpetuo.

No me cabe la menor duda de que los insultos, calumnias y amenazas de Arzalluz y Otegui a los 'españoles' obedecen a esa inseguridad íntima. Saben muy bien a quién odian, pero ignoran a quién aman. Por eso incluyen en su odio a la mitad de los vascos. Dicen amar a su patria, pero odian a sus compatriotas. No será fácil, para los vascos, comprender que tienen a sus peores enemigos en el corazón mismo de la patria vasca.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_