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Columna
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Izquierdas

Rosa Montero

Como muchos, yo también pienso que habría que redefinir lo que es la izquierda: y qué mejor día para hacerlo que hoy, 1 de Mayo. Durante años, los progres y adyacentes hemos usado la palabra izquierdas como un vocablo mágico que acumulaba todos los dones de las hadas: bondad, honestidad, solidaridad e incluso buen aliento. Pero los tiempos han sido muy duros con este ensueño y hemos aprendido que las izquierdas han llegado a cometer atrocidades comparables a las de los nazis.

La verdad es que me siento incapaz de precisar lo que es la izquierda. Pero sí sé lo que no es. Por ejemplo, no es una secta iniciática y autorreferencial, como ciertos individuos parecen creer. Quiero decir que, para algunos, ser de izquierdas es como haber nacido en Salamanca. Un buen día se hicieron de izquierdas, y a partir de ahí ya lo son y lo serán, hagan lo que hagan y pase lo que pase. Salmantinos de por vida, vaya, aunque se muden a vivir a Tegucigalpa. Para ellos, ser de izquierdas consiste en ser de izquierdas, una tautología comodísima. ¿Que lo que sostienen parece xenófobo, o retrógrado, o incluso fascista, como el apoyo que en su momento otorgaron algunos al GAL? Imposible, porque si eres de izquierdas no puedes ser, por definición, ni xenófobo, ni retrógrado, ni fascista. Si eres de esas izquierdas esenciales, estás a salvo de cualquier error moral. Además es tan divertido como ser del Barça o del Atleti, porque no son ciudadanos, sino hinchas. Por ejemplo, el izquierdista forofo típico está deseando que el Gobierno del PP la pifie en algo gordo, aunque el resultado sea catastrófico para la sociedad y para el país. O sea, prefiere que nos vayamos todos al garete, con tal de meterle un gol al equipo enemigo.

Yo creo que el afán de ser más justos, más sabios y más libres pasa por lo contrario: por no refugiarse en ningún grupo y por intentar pensarlo todo hasta el final, más allá del dogma y de la conveniencia. En vez de un conflicto entre izquierdas y derechas, lo que hoy vivimos es la eterna lucha entre gente con poder y gente sin él. Y estamos obligados a intentar repartir ese poder lo más posible y a combatir los abusos, vengan de donde vengan. Después de todo, los que más parecen haber atinado son los anarquistas.

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