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AJEDREZ

Belleza de lo simple

Estudio de N. G. Wumink, 1918.

La belleza es una sensación, y por consiguiente tiene un carácter básicamente subjetivo. Lo que es hermoso para uno, y lo hace vibrar de emoción, resulta indiferente e incluso desagradable para otro, y nadie puede argüir la posesión de la verdad. En ajedrez, como en otras artes, la belleza aparece con frecuencia ligada a la complejidad, a la concatenación de una serie de elementos cuya coherencia interior, sumada a la dificultad de su construcción, produce esa suerte de emoción íntima que se identifica con lo bello. En otros casos, sin embargo, la simplicidad -siempre aparente- de una construcción intelectual lleva de la mano al mismo efecto estético. El estudio que vamos a ver a continuación es un buen ejemplo de este tipo; las blancas obtienen la victoria con un procedimiento que, después de visto, da idea de extrema simplicidad, pero que resulta, en la práctica, muy difícil de encontrar. Después de 1 c7, Cb7 (que es secuencia forzosa para ambos bandos), las blancas descubren que no pueden jugar 2 c8=D porque la partida sería tablas por ahogado. 2 c8=A también lleva al ahogo, y si 2 c8=C la posición es de empate elemental. Y luego de 2 c8=T! las negras parecen salvarse con 2... C - a5. Después de la del texto la posición parece de tablas teóricas, ya que la torre no le gana al caballo incluso sin el peón de a7. Pero resulta que este peón existe, y ello pierde al segundo jugador: después de la precisa 3 Tc5!, que amenaza 4 T - a5 j. ganando, la única retirada de que dispone el caballo negro es 3... Cb7, a lo que sigue la primorosa 4 Tc6 mate. La simplicidad, como puede apreciarse, es sólo aparente, pero refuerza la belleza de la solución.

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