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Reportaje:

El coste de retrasar la salida a Bolsa

Los 'arrepentimientos' dificultan la financiación, dañan la imagen y acarrean gastos

Cuatro sociedades han anunciado en las últimas semanas el aplazamiento de su salida a Bolsa. Grupo Correo, Airtel, Enagas y la firma de valores Renta 4 -esta última reincidente- han argumentado que el mal momento del mercado hacía aconsejable dejar para mejor ocasión su bautizo bursátil. Una decena de compañías se encuentran en esta situación. Informaron en su momento a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) sobre su intención de acudir a Bolsa, encargaron la colocación a distintos intermediarios, pero al final no se atrevieron.

Hay casos más llamativos como el del grupo ONO que a dos días de su salida al mercado, con toda la campaña de publicidad ya realizada, daban marcha atrás, teniendo que atender numerosas facturas de una operación finalmente frustrada.

El retraso en las salidas a Bolsa tiene diversas consecuencias para las compañías. Tal vez, el menos mensurable es el coste de imagen. Tal y como argumentan los analistas consultados, siempre que la causa obedezca a que el mercado se encuentra en un mal momento, el coste de imagen es menor. Eso sí, si obedece a problemas propios de la sociedad o a una falta de demanda si la colocación ya ha empezado, luego costará mucho más trabajo reiniciar la vuelta a la Bolsa.

Ricardo Domingo, gestor de fondos de la gestora Santander Central Hispano, considera, sin embargo, que una empresa que anuncia su salida a Bolsa debe llevarla a cabo. 'Si los propietarios de la sociedad deciden no salir a Bolsa porque por una coyuntura mala del mercado se les va a pagar un bajo precio, yo me preguntaría si cuando el mercado esté mejor, tal vez el precio ya no sea tan interesante para el inversor. En los retrasos hay una pérdida de credibilidad y esa duda sobre el precio que pongan en un mejor momento del mercado. Es mucho más conveniente reducir el porcentaje de capital que se saca al mercado que retrasar la operación', apunta este experto.

En este sentido, la privatización de Iberia es paradigmática. 'Después de los retrasos en su privatización, la imagen de Iberia a efectos bursátiles se veía deteriorada. Se decidió salir, se hizo una buena rebaja del precio, y finalmente se colocó. Los propietarios valoraron que el coste de no salir a Bolsa era superior al de salir a un precio más bajo', explica Juan Cueto, director de estrategia de Ibersecurities.

Además de la imagen de la compañía, retrasar la salida a Bolsa tiene otras múltiples consecuencias siempre teniendo en cuenta los fines que se persigan con esa colocación. Ramón Peláez, vicepresidente de banca de inversiones de Merrill Lynch, establece una esclarecedora división dependiendo de que se trate de una OPV (oferta pública de venta) o una OPS (oferta pública de suscripción). La primera implica que los propietarios de la compañía se deshacen de las acciones, mientras que en la OPS se produce una ampliación de capital y, por tanto, una captación de dinero para que la sociedad acometa distintos planes de inversión.

Cuando la operación es una OPV, no hay muchos problemas y el propietario debe esperar un mejor momento para colocar las acciones. Sin embargo, en una salida a Bolsa con ampliación de capital, el dinero que no se capte en la Bolsa deberá ir a buscarse a otra parte, preferentemente el crédito bancario. De las nueve operaciones aplazadas en la Bolsa española, seis conllevan ampliación de capital. De no buscarse los recursos en otra parte, algunos planes de inversión que se apoyaban en la salida a Bolsa se acaban posponiendo. Ricardo Domingo apunta que la salida a Bolsa permite un mayor acceso de capitales y no sólo al bursátil, sino también al de la renta fija. Ello supone que las sociedades que no salen acaban soportando unos mayores costes financieros.

Incentivos a directivos

Ramón Peláez aporta otros problemas de retrasar la salida al mercado de acciones y que tienen mucho que ver con las nuevas formas de gestión de las compañías. 'Cuando estás cotizando puedes adquirir más fácilmente otras compañías o llegar a alianzas mediante intercambios accionariales. Una ventaja que puede tener competidores de la compañía en el mismo sector, por lo que un retraso en su salida a Bolsa puede ser vital para alcanzar estos acuerdos o practicar esas compras'.

Otro aspecto que destaca este experto y que, hoy por hoy, está muy en boga es la retribución a empleados y directivos a través de opciones sobre acciones (stock options) de la compañía. Una manera de fidelizar a trabajadores o al cuadro directivo y que sólo tiene un cauce efectivo cuando la empresa está cotizando en el mercado. Aquí también se puede producir una situación de menor competitividad de la sociedad frente a competidores que ya tengan establecidos estos planes de retribución.

Por último, el retraso en algunas salidas a Bolsa se ha producido en el momento de acometer importantes campañas de publicidad para colocar los títulos. Aquí también el perjuicio es más discutible. Hay unos costes objetivos, pero también la sociedad se ha beneficiado de la notoriedad de esa publicidad. Una publicidad que se consigue, por otra parte, de forma gratuita con la cotización en la Bolsa.

Cobrar a la salida

Acudir al mercado de acciones acarrea unos costes importantes para las compañías. Unos costes que se ven compensados por los beneficios de acudir a la cotización oficial y entre los que destaca la mayor accesibilidad a los mercados de capitales y, por tanto, obtener una financiación más barata. En Europa, los colocadores y aseguras de las colocaciones a bolsa perciben entre el 3% y el 3,5% de la operación. Es decir, si la OPV es de 50.000 millones de pesetas, pues recibirán en torno a los 1.500 millones de pesetas, de acuerdo siempre a la cantidad que coloquen o aseguren. Un coste que la compañía no satisface hasta que se produce efectivamente la colocación. Por tanto, en todos estos atrasos de salidas a bolsa, no hay perjuicio económico hasta que la operación se haga efectiva, momento en que cobrarán colocadores y aseguradores. Es lo que se conoce como una comisión de éxito y se emplaza, pues, hasta el momento de salida a bolsa. Curiosamente, la operación más barata en el mercado español fue la reciente de Iberia donde se repartieron el 1,45% de la colocación. En Estados Unidos, los emisores son más más generosos o los colocadores más caros, y en estas operaciones perciben entre el 5% y el 7% del volumen de la oferta. Otro cantar son los abogados. Este colectivo, imprescindible en cualquier operación de salida a bolsa, sí que recibe sus honorarios con independencia de que la operación se atrase o no, se produzca o acabe en la papelera. Es más, suelen percibir sus emolumentos por horas, y una vez que se retoma de nuevo la colocación, el reloj se vuelve a poner en marcha para adaptar los detalles que fueron precisos en la operación de salida a bolsa de su cliente.

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