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Crónica:LA LIDIA | FERIA DE ABRIL
Crónica
Texto informativo con interpretación

Fiesta morucha

Sacaron toros moruchos para estar a tono con la fiesta morucha que se tienen inventada. Morucho -ya se sabe- es la falta total de casta, de bravura, de orden y de concierto. Toros moruchos son los engendrados con dudosa paternidad, aquí te pillo, aquí te mato.

Toros moruchos en el redondel para unos aburridos pegapases: ¡Arsa!, ¡Óle!, ¡Alegría alegría!, ¡Y no tiene novio!

Y, en efecto, consiguieron aburrir de muerte al personal.

Tiene bemoles porque, aburrido y todo, el personal se ponía a aplaudir. No todo, sólo parte. Tiraba de él ese personaje que va por las plazas y las ferias poniendo en funcionamiento la claque taurina y conseguía que corearan sus palmoteos los vecinos de localidad. Cobra por ello, claro. Y lo hace con gran eficacia, pues lleva en ese curioso oficio toda la vida.

Alcurrucén / Caballero, Rivera, Mora

Toros de Alcurrucén, discretos de presencia, inválidos, moruchos y morcillones. Manuel Caballero: estocada y rueda insistente de peones (palmas); estocada trasera y rueda de peones (aplausos y salida al tercio). Rivera Ordóñez: dos pinchazos bajos, media ladeada, rueda de peones -aviso- y se echa el toro (silencio); media estocada caída (silencio). Eugenio de Mora: estocada (palmas); pinchazo, estocada trasera, rueda de peones -aviso con retraso- y se echa el toro (vuelta al ruedo). Plaza de la Maestranza, 26 de abril. 7ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

De manera que se ponía Manuel Caballero a pegar unos pases malísimos, Rivera Ordóñez a reencarnar la insustancialidad del ser en versión coletuda, Eugenio de Mora a vaciar sus desaforados afanes pegapasistas, y la plaza entera permanecía silenciosa; hasta que, al rematar cada cual su vaina, el de la claque restallaba su potente plas-plas palmoteando unas manos que tiene como adoquines, e incitaba el palmoteo de los infelices de alrededor.

A veces alguien pedía que se callaran... '¡Chist!', 'Ya está bien de cuento', se oía por algún lugar del graderío.

Alternativamente se oían las llamadas de los teléfonos móviles. El año pasado, y aún el otro, si sonaba un teléfono móvil en la Maestranza los celosos custodios del arca de los tópicos se volvían indignados porque oír timbrazos en el templo del arte no-se-pue-aguantá. Hoy ya no se atreverían tanto, pues sería exponerse a que les dijeran 'Amos anda' y los llamaran tontos de remate.

Eugenio de Mora sufrió un volteretón al iniciar un quite al tercer toro echándose el capote a la espalda. No pasó nada, afortunadamente, y siguió tan pancho. Sin embargo, a poco de salir el sexto, y sin que hubiese trascendido ningún percance, Eugenio de Mora se puso a hacer gestos de dolor, se tapaba con las manos un ojo, se lo miraron las gentes del callejón... Al parecer fue un chinazo. Los toros, da igual que sean encastados o moruchos, al embestir levantan polvareda con las pezuñas y tiran chinazos.

Hasta ese sexto toro morucho hubo que llegar para ver los primeros muletazos ligados de la tarde. Manuel Caballero los había dado seguidos a una especie de mármol cuando le daba la gana de caminar, y entonces fue la banda y le tocó la música. No obstante paró poco después, al sucederse los enganchones durante el conato de naturales trapaceros que Manuel Caballero pretendía meter.

La faena de Eugenio de Mora al sexto en nada se parecía a la que le perpetró al tercero. La del tercero sumió en un intenso sopor a las buenas gentes que habían tenido el detalle de acercarse a la Maestranza. Cierto que no alcanzó tan bajas cotas como las de Rivera Ordóñez, que sentaron bastante mal a los visitantes y estuvieron a punto de poner pies en polvorosa. Y, en fin, se redimió un poquito Mora en el transcurso de su voluntarioso e interminable quehacer al sexto, provocánole la arrancada y excitándole un celo del que carecía.

Toros moruchos no hacen fiesta, salvo si se pretende que sea morucha. Y es justo reconocer que en este aspecto ofrecieron un recital. No se hicieron esperar: el primero de la tarde hubo de ser picado por chiqueros y protestó la vara tirándole coces al caballo. Estos son síntomas de mansedumbre, por supuesto, pero la mansedumbre es una particularidad -en efecto no deseada- en la casta brava, mientras la moruchez excluye cualquier parecido con el toro de lidia.

Ahora bien, cuidado con la denominación porque el vocablo morucho es totalmente racista y hasta un poco xenófobo. Morucho viene de moro, sinónimo de no bautizado o rebeco, que decían en pasadas centurias. Lexicográficamente pertenece a la categoría de la judiada, que se aplicaba para casos de perversidad.

Uno lo advierte y se apresura a declarar públicamente que no es racista ni nada y que si empleó el término es porque se trata de uno de los clásicos de la jerga taurina. Mientras, los expertos podrían estudiar su sustitución por otras voces en absoluto racistas ni xenófobas, y acordes con los tiempos que corren. Uno propone, de momento, 'hijo biológico de vaca soltera y su pareja de hecho'; literariamente, 'fruto del amor'.

Cosa buena hubo en la corrida: duró una hora menos que la abusiva función de dos días antes. Es decir, que con un par de horas se resolvió la función. Ahora bien, caía la noche. En abril, pasadas las 9, cae la noche.

Los abonados de la Maestranza están molestos con el cambio de horario de las corridas de feria, que antes empezaban a las seis y media y ahora son a las siete. Y han hecho averiguaciones. Y se ha descubierto que ha sido para suprimir las entradas de sol y sombra, que ahora son de sombra y, por tanto, más caras. Así que ¡Arsa!, ¡Óle!, ¡Alegría, alegría!, ¡Y no tiene novio!

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