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'Sólo nos falta la tienda y unas literas'

'Pasas de un paciente a otro como si esto fuera una cadena de montaje. Para trasladar a uno tienes que apartar a otros cuatro que molestan. Los utensilios médicos van que vuelan. Esto es como un hospital de campaña. Sólo nos falta la tienda y unas literas'. Así definía ayer un sanitario la situación que el servicio de urgencias generales del hospital La Paz vive desde hace unos días.

Los responsables del hospital achacan el colapso de las urgencias al aumento de las afecciones respiratorias típicas de esta época. 'Cada año, en primavera hay cambios bruscos de temperatura. Previsión, cero. Reacción, tarde y mal', responden los trabajadores del servicio, que no comprenden cómo el refuerzo del personal no se hizo hasta la noche del miércoles, 'muchas horas después de que se viera que esto iba a pasar'.

Recorrer los pasillos de las urgencias requería ayer sortear constantemente camillas, butacones, sueros y muchos otros obstáculos. Más de 20 pacientes eran atendidos en esas condiciones. Algunos, desde hace dos días. Una mujer de unos 80 años dormitaba con la cabeza apoyada en la pared. Con sus manos, de aspecto frágil, arrugaba su historial clínico. Su sueño fue alterado por un certero golpe propinado por una camilla al paso. 'Lleva más de un día aquí por una insuficiencia respiratoria que se ha complicado. No está grave para ingresarla, pero tampoco queremos mandarla a casa hasta que tengamos todas las pruebas', explicaba una enfermera.

A su lado, Carlos, un hombre de unos 40 años afectado por un intenso dolor en el pecho, comía con la bandeja encima de las piernas, sentado en una silla de ruedas.

La actividad era constante en todas las estancias del servicio: habitaciones, pasillos e incluso despachos. Los enfermos estaban por todas partes, pero aguantaban con paciencia y hastío la situación. Los sanitarios hacían lo que podían y los afectados lo valoraban. 'No paran ni un segundo. No es su culpa', opinaba un paciente mientras jugaba con unos palillos a un juego incomprensible: 'Cosas para pasar el tiempo'.

Mucho más encendidos estaban los ánimos en la sala de espera. Valerio Bienes ya no podía más a las ocho y media de la tarde. 'Hemos venido a las ocho de la mañana. Mi suegra, que tiene 92 años, ha perdido la vista y no puede mover las piernas. Le han hecho las pruebas a la una y media y aún no sabemos nada. La pobre mujer sigue aquí, tirada', se quejaba.

Cerca de un centenar de personas aguantaron durante todo el día la misma situación. Pasadas las seis de la tarde seguían con la siesta que habían empezado al mediodía. Desafortunadamente para ellos, nadie les había despertado todavía.

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