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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mandato insuficiente

Las elecciones parlamentarias en Montenegro no han arrojado un mandato suficientemente claro de los electores en favor de convocar un referéndum sobre la independencia de la pequeña república unida a Serbia en lo que queda de la Federación Yugoslava. Los independendistas han ganado unas elecciones en general limpias, aunque con algunas preocupantes excepciones, como la presión sobre los funcionarios a favor de los independentistas. El margen de la victoria ha sido tan estrecho que las posibilidades de convocar, y no digamos ya de ganar, un referéndum de autodeterminación se han reducido de forma drástica. Para poder convocar la consulta se requiere una mayoría de dos tercios de la Cámara.

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El presidente de Montenegro, Milo Djukanovic, jugó la baza de la independencia en tiempos de Milosevic, y la UE y EE UU no le pusieron mala cara. Pero, caído Milosevic, con la democracia echando raíces en Serbia, Djukanovic no sólo ha dejado de ser útil a los occidentales, sino que sus veleidades independentistas se han convertido en un estorbo, potencialmente desestabilizador para una región donde todavía quedan problemas abiertos en Bosnia, Kosovo, Macedonia o Albania. Además, un Estado de sólo 650.000 habitantes, dominado en parte por la corrupción y el contrabando, no resulta ni viable ni recomendable.

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Quizás la UE se hubiera resignado a aceptarlo si la opción independentista hubiera cosechado una victoria amplia. Pero los resultados han quedado lejos de esa hipótesis. La coalición proindependencia de Djukanovic, Victoria Montenegrina, ha obtenido poco más del 42% de los votos y 35 de un total de 77 escaños, mientras que la agrupación Juntos por Yugoslavia, de Pedrag Bulatovic, ha logrado el 40%. La posición de árbitro la tendrá el pequeño partido Liberal, pro-independentista, pero que no perdona a Djukanovic sus años de connivencia con Milosevic.

La comunidad internacional, con Alemania y Estados Unidos en primera línea, ha frenado su anterior entusiamo autodeterminista y se opone, como hizo ayer la UE, a todo intento de separación unilateral de Montenegro. Pretende estimular la negociación entre Podgorica y Belgrado de un modus vivendi satisfactorio. Sería deseable que encuentren un marco de convivencia que atraiga la adhesión no ya del 40% (o de la mitad más uno) de los electores, sino de la amplia mayoría. La decisión de la UE de abrir perspectiva de ingreso a una Macedonia estable y pluriétnica debería también ayudar a la convivencia dentro de Montenegro y entre esta república y la diez veces más poblada de Serbia. Ambos ganarán más, en prosperidad, en consolidación de la democracia y en su futuro peso en la nueva Europa, si van juntos que por separado.

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