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La presión urbanística multiplica por cuatro el precio del suelo en La Floresta

Los vecinos temen contagiarse de la 'fiebre del adosado'

Los hippies fueron los primeros en descubrir La Floresta para residir todo el año en una especie de reserva natural en la que perviven más de veinte especies de pájaros. Ahora, entre quienes temen un gran boom inmobiliario pesa la experiencia de Sant Cugat, donde en pocos años se ha agotado el suelo edificable. La fiebre del adosado, que permite aprovechar al maximo cada palmo de terreno, puede extenderse ahora a La Floresta.

Algunos colectivos cívicos, como El Mussol, reclaman un plan especial que tenga en cuenta la realidad topográfica de este enclave, porque entienden que una normativa urbanística que puede funcionar en una localidad situada en un llano, como Sant Cugat, no sirve en un territorio de pendientes pronunciadas. Ramon Borda, portavoz de El Mussol y aparejador de profesión, critica 'la dinámica de expansión que se está forzando en La Floresta sin que el Ayuntamiento lo impida'. A juicio de este grupo de ciudadanos de La Floresta, es imprescidible que el respeto al ecosistema se refleje en las normas urbanísticas para que sean de obligado cumplimiento.

El Ayuntamiento de Sant Cugat ve la cuestión desde una perspectiva diferente. El teniente de alcalde de Urbanismo, el arquitecto Joan Carbó, constata la presión urbanística que existe sobre La Floresta, la cual 'ha pasado de ser un barrio de montaña alejado del centro, en el que faltan equipamientos y muchos edificios están fuera de la ordenación fijada por el Plan General Metropolitano de 1976, a ser un lugar que empieza a interesar a los promotores porque el centro de Sant Cugat ya está saturado'.

El gobierno municipal tiene intención de elaborar un plan director que aborde las contradicciones del plan vigente y que abra una reflexión sobre la estructura territorial y los núcleos de centralidad, actualmente muy dispersos, para dotarlos de los servicios básicos, situándolos en los alrededores de la estación de ferrocarril, donde se encuentra actualmente el principal núcleo residencial. Carbó es consciente de que entre la población de La Floresta reina 'cierto desasosiego', por lo que intenta tranquilizar a los vecinos asegurándoles su participación en el debate abierto sobre el futuro del barrio, que entre otros aspectos respetará las arboledas y la calidad ambiental como elementos que proteger, entre otras cosas porque otorgan un valor añadido al paraje.

A los habitantes más sensibilizados por la calidad de vida de la que ahora gozan, que desean preservar por todos los medios, les resulta inquietante que en un par de fines de semana se hayan talado sin contemplaciones los árboles de una parcela.

'Así nace un solar: primero cortan todos los árboles y lo despojan del valor ecológico para darle luego valor de suelo', explica Ramón Borda, delante de un terreno situado en la calle de Emeterio Escudero donde se aprecia claramente la reciente desaparición de cualquier rastro de vegetación. Es uno de tantos lugares donde temen que dentro de pocos meses 'aterrice un nuevo urbanita y levante uno de esos chalets con césped y piscina tan de moda'. Ante la denuncia de algunos vecinos que alertan sobre la tala indiscriminada de árboles, algunos incluso centenarios, Carbó responde: 'Hay casos de indisciplina urbanística que han motivado la apertura de algunos expedientes sancionadores'. Señala que para conceder una licencia de obras en La Floresta se deben cumplir ciertas condiciones acordes con su topografía y referentes a los árboles que se deben respetar y los que habrá que replantar en algunos casos. A la vista de los datos facilitados por el Ayuntamiento sobre las licencias de obras concedidas en los últimos años, se constata un aumento en el número de edificaciones -18 permisos de obras en 1996, 22 en 1997, 41 en 1999 y 34 en 2000- que a simple vista parece moderado, pero que desde la perspectiva de las 1.190 familias que pueblan el barrio anuncia, junto con los planes urbanísticos que se están tramitando, los cambios que se avecinan.

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Plan directorDesde la ladera de Collserola se divisa claramente Sant Cugat, con su casco urbano abrazando el monasterio. Sus urbanizaciones con hileras de adosados le dan un aire menos bucólico y más actual que no quieren ver ni en pintura los pobladores de La Floresta. En el Ayuntamiento se lleva esta cuestión con prudencia: 'Es preciso reflexionar sobre si las viviendas plurifamiliares que se levantarán serán adosadas o no'. Carbó aboga por que se creen franjas de transición entre los núcleos residenciales y el parque forestal. En este sentido indica que las rieras no funcionan bien .

El gobierno local es partidario de promover un plan director para fijar la urbanización más adecuada. Frente a un sector de ciudadanos que culpan al Ayuntamiento de forzar una dinámica de expansión movido por su afán recaudatorio, la municipalidad responde reafirmando su disposición a consensuar con el movimiento asociativo el futuro de este enclave por el que todavía transitan jabalíes y ardillas en libertad. En La Floresta se disfruta aún de una calidad de vida más propia del medio rural que de un lugar tan próximo a la metrópoli.

En el aire flotan dos lógicas enfrentadas: por una parte, el ruido de las excavadoras y de las grúas, y por otra, el concierto de trinos que ofrece una rica muestra de pájaros autóctonos en una soleada mañana de primavera. El eco repite la última frase de uno de los interlocutores de El Mussol: 'Mientras las ardillas puedan pasar por aquí, iremos bien'.

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