Huidobro es Dios
El poeta Vicente Huidobro murió en 1947, pero la mayor parte de nosotros no le hemos sobrevivido, porque pocos han llegado al lugar en donde él estaba entonces. En aquella época, muy poco antes de que lo enterraran en una loma de su finca de Cartagena -desde donde se divisa, a lo lejos, la playa de Isla Negra, en la que reposa su gran rival Pablo Neruda-, Huidobro no había dejado de ser nada, no había renunciado a nada, pero había vuelto a ser él mismo de un modo apabullante, de un modo estremecedor: la lectura de sus Últimos poemas produce aún un sentimiento de incredulidad. ¿En qué tierra olvidada o en qué pozo oculto encontró el agua limpísima de la que están hechos esos versos deslumbrantes y afilados como un cuchillo, llenos de flores y espinas?
No los encontró en ninguna parte, no tuvo que moverse de sí mismo para dar con ellos, tan sólo tuvo que alargar la mano, porque Huidobro siempre había sido fiel a sus ideas, vivió siempre de acuerdo a ellas, enrolado a ellas, fue la misma persona de diferentes modos cuando escribía, en su libro Canciones en la noche, poemas en forma de rombo, de iglesia o de reloj de arena; cuando escribía, en francés, los caligramas de Horizon carré o Tour Eiffel; cuando se convirtió en constructor de montañas para levantar con sus propias manos su obra más conocida, Altazor, una de las cimas de la poesía en lengua española. Vicente Huidobro siempre fue coherente con lo que escribió en este 'Arte poética' de su libro El espejo de agua: 'Que el verso sea como una llave / que abra mil puertas. / Una hoja cae; algo pasa volando; / cuanto miren los ojos creado sea, / y el alma del oyente quede temblando. / Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; el adjetivo, cuando no da vida, mata. / Estamos en el cielo de los nervios. / El músculo cuelga, / como recuerdo, en los museos; / mas no por eso tenemos menos fuerza: / el rigor verdadero / reside en la cabeza. / Por qué cantáis la rosa, ¡oh poetas! / Hacedla florecer en el poema; / sólo para nosotros / viven todas las cosas bajo el Sol. / El poeta es un pequeño dios'.
El pequeño dios llamado Vicente Huidobro -del que, aunque parezca mentira, no existen en la actualidad unas obras completas accesibles al público, regresa ahora a España dentro de una antología titulada En mares no nacidos y preparada por el Círculo de Lectores para su colección Galaxia Gutemberg; y también regresa a Madrid, gracias a la exposición recién inaugurada en el Centro Reina Sofía, Salle XIV. Vicente Huidobro y las artes plásticas. La relación de Huidobro con España y con Madrid fue muy intensa y abarcó la mayor parte de su vida. En Madrid se encontró con sus colegas españoles Gerardo Diego y Juan Larrea, con los que fundó el Creacionismo, y en Madrid publicó también algunos de sus libros y poemas esenciales, desde Poemas árticos, Ecuatorial, Tour Eiffel o Hallali, todos ellos aparecidos en 1918, hasta Altazor y Temblor del cielo, ambos en 1931. En los años terribles del la guerra civil, Huidobro fue un firme defensor de la República traicionada, hasta el punto de aceptar asistir al Congreso de Intelectuales Antifascistas en el que también participaba su enemigo Pablo Neruda, con quien competía ferozmente por conseguir el título de poeta nacional de Chile.
En sentido contrario, debemos reconocer que la influencia de sus obras en los poetas españoles de los años veinte fue extraordinaria, aunque después muchos lo negasen, quizá porque vivieron alistados a Neruda y, evidentemente, puestos a elegir entre Neruda y lo que sea, uno debe casi siempre quedarse con Neruda. Quiero decir si uno es tan necio como para someterse a esa elección ridícula e innecesaria.
Salle XIV es una serie de trece 'poemas pintados' que el escritor expuso en 1922 en el teatro Edouard VII de París, y con los que pensaba formar un libro. Nunca lo consiguió, aunque algunos de los textos sí que aparecieron en diferentes revistas francesas y españolas: 'Moulin', por ejemplo, salió, en 1921, en el primer número de la revista madrileña Creación. Ahora, recuperados para las salas del Reina Sofía, los poemas pintados de Salle XIV, 'Caleidoscopio', 'Océano', 'Medianoche', 'Piano' y todos los demás, siguen siendo tan sorprendentes y frescos como lo fueron hace casi ochenta años. Merece la pena ir a verlos y leer la obra de ese hombre-dios en cuya sepultura está escrito: 'Aquí yace el poeta Vicente Huidobro. Abrid la tumba; al fondo de esta tumba se ve el mar'.
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