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Muere Azufre, un singular actor del gesto y del teatro poético sin palabras

Francisco Azufre falleció ayer en Madrid tras una larga enfermedad. El actor desarrolló su carrera de actor y director escénico junto a la que fuera su mujer y compañera escénica, Cristo. La pareja Azufre y Cristo se dio a conocer con la obra El ni yo perdido y hallado en la hez, estrenada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en enero de 1986. En este mismo espacio, en diciembre de 1987, presentaron La consagración de la primavera, sobre música de Stravinski y Wagner. En junio de 1989 ofrecieron su tercer montaje, En mi fin está mi principio, en la Fundación Carlos de Amberes de Madrid. Entre otros espectáculos suyos hay que recordar El ser de la cera y, en octubre de 2000, En el principio, sobre textos de Dante, Shakespeare y Heine, que se pudo ver en el teatro del Instituto Francés de Madrid dentro del Festival de Otoño.

En los años setenta y ochenta su trabajo resultó un revulsivo en la escena española del teatro gestual y la performance, y sus obras rupturistas no dejaban indiferente a nadie, mezclando danza y pantomima con la expresión corporal y el experimento vocal.

Azufre fue profesor de niños autistas y marginales; trabajó en profundidad con muchachos con severos trastornos psicológicos y allí generó su estética. También formó parte de la compañía de Lindsay Kemp y tuvo durante unos años un taller teatral en Granada. Su trabajo se extendió a Francia y tuvo su sede de experimentación escénica en Sierra de Francia (Salamanca).

El pasado mes de febrero, actores, músicos, cirqueros y cantantes se reunieron en un homenaje benéfico a Azufre y Cristo en el teatro Infanta Isabel de Madrid.

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