Aplastados por el 'botellón'
Los vecinos de Granada dicen que la movida produce un ruido 30 veces superior al que genera cualquier ciudad
Si el ruido tuviera peso, y superficie, Granada habría desaparecido sepultada hace años por los efectos de la movida de los fines de semana. Eso es lo que han revelado ahora las diferentes asociaciones de ciudadanos afectados por el botellón: Granada soporta un nivel de ruidos treinta veces superior al de cualquier otra ciudad andaluza. La razón: las 80.000 personas que, sólo en el mes de marzo, escogieron las plazas de la ciudad como improvisados pubs, discotecas o urinarios. O todo a la vez.
'Granada es la ciudad más ruidosa de Andalucía', afirmó ayer Francisco Morales, presidente del colectivo Granada Contra el Ruido. 'Haría falta poner 30 ciudades superpuestas una sobre otra para producir el mismo nivel de ruido que se registra en Granada. Estamos 30 veces por encima de la media'.
Las diferentes asociaciones de afectados han decidido ahora unir sus fuerzas y presentar varias medidas. Una de ellas, la inclusión en la ley de drogas de la prohibición de ingerir alcohol en la vía pública. Otra medida será la de acudir a los tribunales para denunciar la dejadez de las autoridades en un asunto que cada vez se está dislocando más en Granada y que la está convirtiendo en una ciudad hiriente a los oídos.
'Cada vez que llega el jueves, a mí se me sube la adrenalina, empiezo a enfadarme', dice Pía Olmedo, del colectivo de vecinos de la Plaza de los Lobos, una zona que, con apenas una treintena de metros de diámetro, llega a recibir la visita de 3.000 personas en una sola noche. 'A las doce comienza el murmullo de las voces, que va creciendo cada vez más', relata Olmedo. 'A las tres de la mañana o a las cuatro, ya es insoportable, porque la gente está borracha'.
No se trata de jóvenes sin dinero que compren una litrona porque no tienen otro sitio donde ir. La moda del botellón ha alcanzado también a los veinteañeros que tienen dinero y que, pudiendo ir a los pubs, prefieren las plazas de la ciudad. Los resultados son ruido, coches con la música puesta a todo volumen, motocicletas de escape libre atravesando las plazas, peleas, esquinas elegidas al azar para vomitar u orinar sobre ellas.
La movida en la Plaza de los Lobos le ha costado a Sergio Burgos, otro de los afectados, 500.000 pesetas, lo que tuvo que invertir para aislar las paredes de su casa. Pero ni aún así. 'Un fin de semana por la noche ni siquiera puedes ver una película, porque se oye más el jaleo de la calle, y si subes el volumen, ya no dejas dormir a los que tienes al lado', dice.
Irritabilidad, malhumor y agresividad son algunos de los efectos psicológicos que la movida nocturna deja entre quienes la padecen. A eso se une lo que los afectados consideran inoperancia de los responsables administrativos. Morales informó ayer que, de las 80.000 personas que en marzo salieron de botellón, sólo se multó a cuatro por orinar en la calle, y a tres por provocar ruido.
'Se nos están pisoteando nuestros derechos como ciudadanos', señaló otra de las afectadas, Amparo Fernández-Crehuet. 'Las medidas que han tomado las autoridades lo único que han logrado ha sido dispersar la movida por más sitios'.
A los vecinos de la Plaza de los Lobos los está salvando del botellón en las últimas semanas una excusa legal: la plaza es sede de una de las comisarías centrales de policía, y tiene tratamiento de zona de seguridad ante la posibilidad de un atentado. Eso ha hecho que los agentes haya decidido pedir amablemente a los jóvenes que allí acuden que se marchen a otro lugar. Y lo hacen. Pero la medida sólo sirve para que la gente se lleve su ruido a otra parte.
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