Una vida de película
Víktor Korchnói cumple 70 años en activo y entre los mejores del mundo
Ahora toma caviar por las mañanas, pero indica que su asombrosa energía pudo desarrollarse cuando Leningrado fue sitiada por los nazis (1941-1944). Él era entonces un niño que robaba cartillas de racionamiento de los cadáveres para comer, bebía hielo derretido y arrastraba el cuerpo de sus familiares muertos hasta el cementerio. El antiguo disidente soviético Víktor Korchnói, quien fue dos veces subcampeón del mundo de ajedrez tras sendos duelos escandalosos frente al héroe nacional Anatoli Kárpov, es ahora un ciudadano suizo de 70 años recién cumplidos y se mantiene entre los 50 mejores del escalafón.
Su vida de película inspiró buena parte de ‘La diagonal del alfil’, que ganó el Oscar a la mejor extranjera en 1984, y ‘Chess’, la ópera rock que se mantuvo durante mucho tiempo en las carteleras de Londres y Nueva York. Si bien los Mundiales de ajedrez han llegado a ser sinónimo de escándalos, los dos enfrentamientos por el título entre Korchnói y Kárpov (1978 y 1981) son lo más de lo más en cuestión de trifulcas, presiones políticas y problemas extradeportivos.
Tras su huida de la URSS, en 1976, primero a Holanda y luego a Suiza, la prensa soviética no le citaba por su nombre; era “el rival de Kárpov” o, simplemente, “el traidor”, casado en segundas nupcias con Petra Leuwerik, quien había sido secuestrada por las tropas de Stalin e internada en un campo de Siberia. Durante la inauguración del primero de esos duelos, en Baguio (Filipinas), la delegación soviética propuso que el aspirante jugase bajo una bandera blanca, con la inscripción “apátrida”. Korchnói aceptó ese color, pero cambiando la leyenda por “Yo me escapé”.
Unas semanas más tarde, Korchnói contrató a dos miembros de la secta Ananda Marga que, vestidos de naranja, se sentaban en la tercera fila de los espectadores, cerca del parapsicólogo de Kárpov, Vladímir Zújar, para contrarrestar las supuestas influencias de éste. Antes, Leuwerik había ensayado otro método, pinchar con un alfiler a Zújar en el trasero, sin éxito. No menos famosa fue la ‘guerra de los yogures’: Korchnói alegó que los que le servían a Kárpov durante las partidas podían contener mensajes secretos; el árbitro ordenó que todos fueran idénticos –del mismo sabor, tamaño y marca-, se sirvieran a la misma hora y por el mismo camarero. Durante el segundo duelo, en Merano (Italia), hubo que colocar un tablón transversal bajo la mesa para que no se dieran patadas.
Korchnói perdió en Baguio por 6-5 (se jugaba sin límite de partidas, las tablas no contaban) tras remontar un marcador de 5-1 y después de tres meses de tensión extrema; y en Merano con más claridad, por 6-3. Para entonces, el disidente estaba convencido de que el KGB deseaba matarle, y no andaba muy descaminado, a juzgar por los datos del ‘archivo Mitrojin’, desclasificado como secreto hace dos años: al menos 18 agentes del KGB tenían la misión “de que Kárpov mantuviese el título de campeón a toda costa”; otros documentos del mismo archivo se refieren a un intento frustrado de cortarle las piernas a Rúdolf Nureyev, el célebre bailarín (1938-1993) que se escapó de la URSS en 1961. Hoy, Korchnói y Leuwerik viven apaciblemente en Wohlen (Suiza); mientras ella lee entre el público o en la sala de prensa, él exhibe en el escenario una combatividad impropia de sus 70 años. Por algo le llaman ‘Víktor, El Terrible’.
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