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Reportaje:

La 'pinza' que se volvió lanza

Los responsables de Izquierda Unida asumen que la organización está pagando las consecuencias de su política de acercamiento al PP

Francisco Peregil

Quince años después de la fundación de Izquierda Unida, en 1986, sus actuales dirigentes se miran al espejo y reconocen sin tapujos que lo de menos es que ya no quede nadie de la foto inicial de los fundadores; lo de menos es que muchos, como Gerardo Iglesias, se hayan ido a sus casas o a otros partidos, como es el caso de Cristina Almeida y Enrique Curiel; lo de menos, para los actuales dirigentes, no es que el Partido de Acción Socialista (Pasoc) haya decidido abandonar Izquierda Unida, y ésta se haya quedado ahora con un partido comunista que abarrota el 80% del espacio disponible bajo las siglas de IU. Todo eso es lo de menos.

Lo que verdaderamente preocupa a los actuales líderes del partido es que en 1996 a IU la votasen 2.640.000 personas y obtuviera 21 escaños en el Congreso, mientras que el año pasado sólo logró el voto de la mitad de los ciudadanos (1.250.000) y se quedó en ocho escaños.

Izquierda Unida, en su primer año de historia, sin tiempo apenas para preparar unas elecciones, consiguió seis escaños en las generales de 1986. A partir de entonces despertó unas ilusiones que se fueron afianzando en las generales de 1989 (14 escaños), en las de 1993 (15) y 21 en las de 1996. De aquella ola creciente, hasta los ocho diputados de ahora.

Lo peor, asumen los dirigentes, es que hoy no se están apuntando maneras para enderezar la situación. 'Seguimos demasiado enfrascados en cuestiones internas', asume gente como la alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar, y el propio coordinador de IU, Gaspar Llamazares.

En la novela de Vargas Llosa Conversación en la catedral, un personaje pregunta:

-¿Cuándo se jodió el Perú, Zavalita?

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La cuestión ahora podría ser: ¿cuándo dejó Izquierda Unida de conectar con ese electorado comprometido, potenciales votantes suyos que una y otra vez -en las últimas autonómicas andaluzas, en las últimas municipales- le niegan el voto a Izquierda Unida?

'Para mí, hay un momento decisivo y un lugar exacto: Andalucía, en 1995. Teníamos 20 diputados autonómicos, éramos determinantes en Andalucía, la gente nos había dado esa confianza. Y la malogramos. Más allá de la pinza [A Rosa Aguilar, como al resto de los dirigentes de IU, no le gusta usar ese término como sinónimo de alianza con el PP para derrocar al PSOE], que no la hubo realmente, se dio, eso sí, una estrategia equivocada. No puedes utilizar los votos para estar erosionando continuamente a otro partido de izquierda. Cuando un pueblo como el andaluz te pone su futuro en tus manos, habría que haberle respondido de otra manera. Al no aceptar los presupuestos autonómicos, provocamos la disolución anticipada del Parlamento. Y nos dimos un testarazo estupendo [que se tradujo en siete parlamentarios menos de los 20 que tenían]. Aquella estrategia se extendió al resto de España, y culminó con la falta de acuerdo a nivel municipal'.

Esa 'falta de acuerdo' supuso en la práctica que el PP se hiciera con la alcaldía de 700 municipios españoles al no producirse un pacto entre IU y PSOE.

'Estábamos con los cañones apuntando al sitio erróneo', señala otro dirigente, 'con la estrategia de que PP y PSOE están en la misma orilla, y nosotros, en la auténtica'.

-¿Hizo tanto daño la foto de Julio Anguita tomando café en el Congreso con José María Aznar el 12 de enero de 1995?

-No sólo fue aquella foto -señala un destacado responsable de la corriente Tercera Vía-, sino tantas y tantas reuniones y cenas con directores de periódicos. A veces es peor lo que parece que lo que en realidad haces. Aunque no hubiese pinza, lo parecía. Y con la guerra mediática que se produjo a raíz de las plataformas digitales, IU tenía que haber adoptado una posición neutral y no alinearse con unos medios que estaban a la derecha. Había mucha gente en IU que no estaba de acuerdo con lo que se hacía, pero no hacían nada por impedirlo. Habíamos unos pirados, los de la corriente Tercera Vía, que hablábamos a cara descubierta, pero sólo representábamos y representamos al 10% de los militantes.

El actual coordinador de IU, Gaspar Llamazares, no ofrece tantos detalles, pero apunta claramente el momento en que las cosas empezaron a ir mal: 'Fue cuando la derecha se consolidó en el poder y no supimos hacer oposición. No supimos tampoco autogobernarnos en la pluralidad. Tenemos la pulsión del Tánatos [en griego, muerte], que es mayor que la del Eros; nuestra pulsión es autodestructiva. La confrontación de ideas se antepone a la iniciativa por solucionar los problemas del ciudadano'.

Para el diputado autonómico de Madrid Franco González, del Pasoc, pero partidario de seguir bajo las siglas de Izquierda Unida, hay dos momentos decisivos. El primero, la marcha de Cristina Almeida y Diego López Garrido, con su corriente Nueva Izquierda, hacia el PSOE, fue, según González, el menos grave: 'Estaba cantado. Fue una operación absolutamente teledirigida desde el PSOE. Estaban deseando irse. Es como aquél que te dice 'échame, pégame', y tú no le pegas'.

Lo que le ha parecido a Franco González decisivo ha sido la 'ambigüedad' del partido en temas 'tan importantes' como el País Vasco. 'El Pacto de Lizarra, que se firmó con Anguita en la dirección, fue un gran error. No lo digo yo, lo dice cualquiera con el que hablas por la calle, me lo dice todo el mundo'.

Javier Madrazo, líder de IU en el País Vasco, al ser consultado por EL PAÍS, declaró: 'Yo no hablo de la situación interna, yo hablo de política. En vez de hablar de gente que no representa a nadie [en referencia a Alonso Puerta, del Pasoc], se podría comentar que gente como Manuel Vázquez Montalbán, Bernardo Atxaga o José Saramago han apoyado nuestra candidatura en las próximas elecciones'.

Todos los dirigentes consultados coinciden en reseñar que IU debe intentar ahora pactar con el PSOE allá donde se pueda. 'La gente no se creyó el pacto que hicimos con el PSOE un mes antes de las elecciones generales. Un pacto así no se puede improvisar, hay que irlo fabricando semana a semana', señala un responsable de la corriente Tercera Vía. 'Cada uno, en su casa, pero con un mismo horizonte, que es cambiar el Gobierno de este país', apostilla.

También coinciden los dirigentes en otro punto que resume Rosa Aguilar: 'Falta flexibilidad, frescura, un movimiento político social, forma de relacionarse más flexible. A una organizción como IU se le pide algo más, un plus en cuanto a maneras, actitudes, modos... No acaban de verse reflejados los jóvenes. Les parecemos igual de añejos y de rancios que los demás. Nos hemos quedado en una suma de partidos. Y eso no es una organización'.

¿Qué hay que hacer ahora para ganarse al electorado que nunca debió irse?

Responde Rosa Aguilar: 'El PCE hoy tiene que ser a IU lo que el PCE fue a la transición y lo que el PCE fue a España cuando lanzó la política de la reconciliación nacional: permeable, sensible. Tiene que recuperar lo mejor de su historia y su actitud'.

¿A quién une IU?

La hoz y el martillo copan ahora casi todo el espacio de Izquierda Unida. A su lado, sólo el partido Izquierda Republicana y las corrientes Espacio Alternativo y Tercera Vía. Todo lo que no sea Partido Comunista no suma ni el 20% de la dirección de IU. ¿A quién aglutina Izquierda Unida, aparte del PCE? 'Eso lo decidirán los ciudadanos cuando vean las propuestas de IU', responde Francisco Frutos, secretario general del PCE. ¿A quién une, pues, IU? 'Une a miles de afiliados que representan la soberanía de IU, y significan su pluralidad, que no se explica con las que fueron originarias del pacto fundador de IU', aclara Gaspar Llamazares. No hay un sobrepeso del PCE. Hay otras corrientes, que, aunque cuantitativamente no son importantes, sí lo son cualitativamente'. 'Une a muchas sensibilidades distintas de aquellas de 1986', añade Rosa Aguilar, alcaldesa de Córdoba. 'La pluralidad no ha debido ser nunca la suma de los partidos. Hay muchos independientes a los que tenemos que abrirles un sitio. Estamos en un momento de refundación de IU'.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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