La solera musical de Lucerna
Además de las orquestas, en Lucerna tienen su rincón los niños y las músicas no occidentales
En la vorágine musical veraniega, el protagonismo operístico es tan exultante que a veces quedan relegados a un segundo plano de atención mediática festivales que, por razones históricas y por criterios de programación, están en primerísima línea. Uno de ellos es, evidentemente, el de Lucerna. Además, ha experimentado últimamente un relanzamiento espectacular, en parte por la puesta en marcha de un excelente nuevo auditorio diseñado por Jean Nouvel, y en parte por el vendaval de aire fresco que ha supuesto la llegada de Michael Haefliger (Berlín, 1961) como director artístico desde 1999.
El de Lucerna ha sido siempre, y lo sigue siendo, un festival de grandes orquestas. El próximo verano, sin ir más lejos, se reúnen al borde del lago de los Cuatro Cantones, Claudio Abbado con la Filarmónica de Berlín, Simon Rattle con la de Viena, Daniel Barenboim con la Sinfónica de Chicago, Bernard Haitink con la de Boston, Riccardo Chailly con la Concertgebouw de Amsterdam, Mariss Jansons con la Filarmónica de Oslo, John Eliot Gardiner con la Orquesta Revolucionaria y Romántica, Riccardo Muti con la Filarmónica de La Scala, Yuri Temirkanov con la de San Petersburgo, y un largo etcétera en el que también tienen cabida las primeras agrupaciones europeas de música contemporánea como Ensemble InterContemporain de París, Klangforum de Viena o Ensemble Modern de Francfort.
Porque la música de nuestros días tiene un papel muy relevante en la ciudad que, en cierto modo, simboliza el corazón de Suiza, como lo prueba la atención, en función de compositores residentes, que se presta este año a dos creadores tan importantes como el ya clásico Elliott Carter y el nigeriano, nacionalizado suizo, Hanspeter Kiburz.
El festival de Lucerna es, en cualquier caso, algo más que una pasarela de grandes centurias orquestales con un par de compositores invitados testimonialmente a la fiesta. En Lucerna tienen su rincón los niños o las músicas no occidentales y se va a dar un protagonismo destacado a una estrella tan atractiva como Anne-Sophie Mutter en su doble faceta de violinista y directora.
A partir de este verano cambian el nombre tradicional de Festival Internacional de Música de Lucerna (IMF) por el de Festival de Lucerna a secas, tal vez porque las siglas IMF se podían confundir con las del Fondo Monetario Internacional y engloban en el nuevo concepto simplificado al Festival de Pascua y al concurso de piano, surgidos para celebrar los 50 y 60 años del Festival central y desde ahora denominados sencillamente Ostern y Piano.
Surgió el festival de Lucerna en 1938 al socaire del crecimiento del nazismo en los países vecinos, con la intención de que la música no parase. Toscanini dirigió en la inauguración el Idilio de Sigfrido, de Wagner, a unos metros de donde fue compuesto.
Las mejores batutas se han dado cita tradicionalmente en Lucerna, y con la orquesta suiza del festival (SFO) han hecho su debú en la ciudad suiza directores como Mehta, Muti y Abbado.
Éste último se hará cargo de una nueva orquesta del Festival de Lucerna durante tres años a partir del verano de 2003, una iniciativa que tiene como punto de apoyo la Mahler Chamber Orchestra, y a la que se han apuntado con entusiasmo músicos como Kolja Blacher, Natalia Gutman, Dietmund Poppen, Sabine Meyer o el cuarteto Hagen.
En cuanto a términos numéricos, el festival de Lucerna recibió el pasado verano 84.500 visitantes y se espera que en el próximo se alcance la cifra de 100.000. El número de conciertos anunciados llega a 92.
El director artístico del festival, Michael Haefliger, es violinista, hijo de tenor y hermano de pianista. Curtido en el festival de jóvenes artistas de Davos (Suiza), se ha movido durante la última década en diferentes proyectos en Rusia, Japón o China. No tiene todavía el tirón de otros directores de festivales europeos como Gérard Mortier, Stéphane Lissner o Brian McMaster. Cuestión de tiempo.
La solera de Lucerna, unida a los sugerentes ciclos alrededor de Mitos, Metamorfosis y Creación, con los que se ha enfrentado al cambio de siglo, son sus mejores tarjetas de presentación.
Babelia
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