Tiger Woods alcanza la cima del deporte mundial con su cuarto gran título de golf consecutivo
La crítica le entroniza como uno de los más grandes deportistas de todos los tiempos
Nunca la parcela de césped enfrente de la casa que el general Eisenhower se construyó en el campo de Augusta había alcanzado ese nivel de trascendencia. Eran las siete y media de la tarde del domingo. Era la ceremonia en la que Vijay Singh, el ganador de 2000, le ponía la chaqueta verde a Tiger Woods, el ganador de 2001. Aplausos y un silencio roto de repente: potente a través de los altavoces, la voz del presidente del Augusta National Golf Club: 'Éste es un momento grande, un momento histórico'. El silencio se volvió reverencial: un único sacerdote, Tiger Woods, sentado ya con la chaqueta verde, sonreía para sus adentros.
'Es lo más grande que he hecho en mi carrera', dijo el golfista californiano, de 25 años. Y para hacerlo, para conseguir que su juego alcanzara su cima coincidiendo con los grandes, trabajo: los meses previos al Masters los pasó en los torneos ensayando el tipo de golpes que reclama el campo de Augusta, para llegar a abril y repetirlos sin esfuerzo. 'He ganado el Open de Estados Unidos en Pebble Beach, que es probablemente el mejor campo que tenemos aquí, y luego he ganado el Británico en Saint Andrews, el mejor campo del mundo; y para ganar el PGA en Valhalla tuve que hacer birdie tras birdie sin parar, simplemente para conservar las posibilidades, y eso fue muy duro. Y, finalmente, hacer esto aquí, en uno de los lugares más legendarios de todo el mundo, no está nada mal'.
Tiger Woods no es el único que lo piensa así. El presidente George W. Bush, por ejemplo, se olvidó un momento de la crisis china y cogió el teléfono en cuanto Woods logró el birdie en el 18: llamó al golfista para felicitarle en persona. El New York Times también dejó ayer en segundo plano a China y dedicó incluso el principal espacio de su primera página a Tiger.
Las comparaciones son obligatorias, como ayer hacían los más lustrosos medios internacionales. Pero comparaciones no limitadas a su deporte y a su tiempo: hablemos de todos, de todos los tiempos. Hablemos de Jack Nicklaus, el referente del golf; o de Michael Jordan y sus seis anillos y la forma en que trascendió el baloncesto; o de los dos grand slam del tenista australiano Rod Laver (1962 y 1969); Carl Lewis, Cassius Clay, Joe DiMaggio y sus 56 partidos consecutivos, Eddy Merckx y sus cinco Tours y cinco Giros, Miguel Induráin y sus cinco Tours consecutivos, Mark Spitz y sus siete oros de Múnich 72; Pelé y sus tres Mundiales... 'Pero yo no he estado en el planeta tanto tiempo como para haber visto a los más grandes de todos los tiempos', dijo Woods. 'Nunca he visto a Alí pelear en directo, y algunas de las cosas que ha hecho Jordan son absolutamente extraordinarias'.
Ante Woods se abre ahora otro camino único, la conquista del Grand Slam verdadero, los cuatro grandes el mismo año, un paso más en su búsqueda del absoluto, del desempate con los más grandes de la historia. 'Pero no sé si este Masters es el final de una cuenta o el principio de otra. Esperemos que sea el principio', dijo Woods, que ha mantenido toda la semana en Augusta una actitud relajada. Ha sido capaz de frenar un swing de 200 kilómetros por hora a centímetros de la bola, en el hoyo 15, sólo para decir a un fotógrafo que le molestaba; o bromear al irse al búnker. 'He sentido que el destino estaba de mi parte. Los dioses del golf me miran bien. Por eso sé que daré mis mejores golpes cuando más lo necesite'.
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