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La investigación sobre el industrial Julián Morgado cuestiona la tesis del suicidio

El industrial solía llevar un millón de pesetas en su coche

Los bomberos que acudieron a las 23.15 horas del 4 de diciembre a apagar un coche incendiado a las afueras de Vitoria no salieron de su asombro al comprobar que el interior de aquel Mercedes 300 con matrícula de Madrid había un cuerpo humano. Las llamas apenas habían respetado una parte del tronco, pero los restos carbonizados pudieron ser identificados más tarde como pertenecientes al empresario guipuzcoano Julián Morgado, de 53 años, que esa tarde había acudido desde Azkoitia para arreglar unos negocios y entrevistarse con un abogado.

Las primeras indagaciones apuntaban la posibilidad de un suicidio, pero tres meses después hay muchos datos que ponen en cuestión esta tesis. 'Nadie se quita la vida con un método tan horrorosamente doloroso', señala un agente de la Policía Municipal de Vitoria que ha investigado el caso. No es sólo una apreciación subjetiva. El resultado de otras pruebas periciales apuntan a la intervención de otras personas en la muerte del empresario.El informe de los bomberos indica, por su parte, que el cadáver de Morgado se hallaba reclinado en el asiento del conductor y en posición 'serena', ajena a la crispación esperable en una persona que se quema viva. En la autopsia se pone de relieve que existían restos de humo en sus pulmones, lo que muestra que no estaba muerto cuando se inició el fuego, aunque sí inconsciente.

El escenario del suceso es un apartado camino parcelario que enlaza Vitoria con la localidad de Arcaya, prácticamente invisible si no se conoce de antemano. Según los especialistas de la Policía Municipal, el incendio se originó en el asiento de detrás del conductor por 'la ignición de los vapores de un derrame de algún líquido inflamable en el interior del turismo'. Pero ni dentro ni fuera del vehículo se encontró una lata de gasolina. Las puertas estaban bloqueadas por medio de un mecanismo de cierre centralizado, pero una de ellas, la que correspondía precisamente al asiento trasero señalado, presentaba signos de manipulación. Incluso hay un testigo, la persona que avisó desde su vivienda del barrio de Errekaleor a los agentes locales, que dice haber visto una de las puertas abiertas en medio de las llamas.

Y sobre todo, destaca el hecho de que Julián Morgado asegurara a un acompañante que había quedado esa tarde-noche con una misteriosa persona que aún no ha podido ser identificada por la policía, en un lugar próximo a donde luego apareció su cadáver. Todo ello, tras haber llamado a su hijo por teléfono a las 20.30 horas para avisarle de que estaría en Azkoitia en menos de dos horas.

Julián Morgado era un empresario dedicado a la compraventa de máquina-herramienta al que no le iban mal las cosas y que contaba con una excelente reputación de buen negociante. Casado y con dos hijos que trabajan en el negocio familiar, ese día se desplazó hasta Vitoria para mantener un encuentro con un abogado sobre un proceso judicial derivado de una inundación en un local de su propiedad. No había conseguido la indemnización deseada y quería intercambiar opiniones con el letrado, en una reunión a la que también asistió un perito de seguros. Fue con esta persona con la que contactó tras llegar a Vitoria a las 17.30 horas para acudir juntos a la cita, y con la que permaneció a partir de las 20.30, hora aproximada en la que concluyó la entrevista con el letrado.

Ambos se desplazaron hasta la zona sur de la ciudad, en uno de cuyos polígonos decía haber quedado con una tercera persona. Varias cámaras de seguridad acreditan que el empresario y el perito pasaron por distintas calles en sus coches, hasta que, hacia las 22.00, se separaron. Al parecer, la persona que estaba citada con Morgado no había acudido al encuentro, y la impresión del perito es que el empresario de dirigía hacia la salida de Vitoria, camino que él mismo le indicó. Pero fue una hora más tarde cuando encontraron su cuerpo calcinado.

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Las investigaciones siguen, pero nadie próximo al empresario fallecido encuentra una explicación ni para un suicidio ni para un asesinato. Hay, sin embargo, un detalle. Era frecuente que Morgado llevara debajo del asiento de su coche cerca de millón de pesetas en metálico por si lo necesitaba para cerrar alguna operación imprevista. El día en que falleció tenía previsto negociar una compraventa de una partida de depiladoras de mujer con una empresa de Vitoria.

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