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Djalminha reabre el debate

El rendimiento del brasileño en Leeds siembra dudas en el Deportivo

Xosé Hermida

Un solitario aficionado acudió, a las tres y media de la madrugada de ayer, a recibir al Deportivo en el aeropuerto de A Coruña tras la paliza (3-0) sufrida ante el Leeds United. Un chico joven, que lucía la camiseta del equipo y una mueca de desolación, trataba de reconfortarse a sí mismo repartiendo frases de ánimo entre los jugadores. 'Les ganaremos en Riazor', mascullaba el muchacho con poca convicción. Pero Djalminha le respondió con mucha más fe: 'Seguro, seguro, los vamos a eliminar'.

Un momento antes, Djalminha ya había recibido un emplazamiento formal para el partido de vuelta, el próximo día 17 en Riazor. 'Ahí te quiero ver', le dijo el segundo entrenador, Francisco Melo. En Elland Road, nadie había visto al brasileño, quien no estuvo a la altura de los grandes elogios recibidos el día anterior del técnico del Leeds, David O'Leary. Tampoco es ninguna novedad: Djalminha, magistral en Riazor, se diluye fuera de casa, especialmente en los partidos europeos. Fracasó el año pasado en Highbury contra el Arsenal - fue expulsado y el Depor sufrió otra debacle inglesa al caer por 5-1-, maquilló su mediocre partido de hace dos semanas en Milán con un penalti 'a lo Panenka' y pasó por Elland Road sin dejar ni un detalle.

Al margen de individualidades, la estrepitosa derrota en Leeds ha reabierto algunos debates en el Deportivo. Este año, el equipo parecía haberse sacudido la melancolía que siempre le atacaba fuera de casa: ganó en el Camp Nou por primera vez en la historia, y en la Liga de Campeones sólo había perdido en Estambul. En Elland Road, sin embargo, el grupo de Irureta volvió a ser el equipo perezoso y asustadizo que tanto se veía el año pasado fuera de Riazor.

Más preocupante aún es la impotencia para defenderse de las jugadas a balón parado que generan ataques aéreos. Será la única forma de marcarle que tienen los rivales, como sostenía Molina al término del partido, pero últimamente el Depor está encajando demasiados goles de la misma forma. El entrenador, Javier Irureta, dice que los jugadores estaban bien avisados: 'Les insistí que no hiciesen faltas al borde del área'. Irureta puso tanto celo en repartir instrucciones a sus futbolistas que el equipo llegó al estadio apenas hora y media antes del partido. La charla táctica, en un salón del hotel, había sido inusualmente larga: más de una hora. La reunión se pudo ver desde el exterior del edificio a través de los ventanales. Mientras Irureta daba explicaciones ante la pizarra, los gestos de los jugadores no denotaban excesivo interés.

En Inglaterra, mientras tanto, sonaban ayer los tambores por la consumación de una pequeña venganza. En la prensa abundaban los titulares del tipo 'El Deportivo se traga sus palabras'. Todo el mundo se había tomado muy a pecho que los deportivistas dijesen que su rival preferido era el Leeds.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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