El Tau se engrandece en Atenas

El Tau es fuerte psicológicamente, pero aún no se había inventado el deportista a pilas con la carcasa de hierro. Ayer existió. Stombergas le dio forma humana, pero todo el equipo español puso una carrocería imponente e irrompible. Ni la injusticia sufrida, ni los viajes padecidos, ni el trajín moral y físico del Tau hicieron mella en su voluntad. Más aún, le fortificaron tanto que acabó exhibiendo un baloncesto de altísimo nivel y una actitud indesmayable. Conclusión: el AEK, el exponente de la coraza metálica, acabó agujereado, apalizado por un equipo que le ha vencido en todos los estilos posibles y en todas las circunstancias. La repetición del partido, disputada ayer, acabó por humillar al equipo griego y engrandecer al Tau.

El Baskonia se tomó el partido en serio y las circunstancias con ironía. Incluso respiró al comprobar que se jugaría con balones de baloncesto y no de rugby. Visto lo acontecido en una semana, todo podía pasar. La improvisación es la exaltación de la libertad. Como el reglamento de la Euroliga tiene más carencias que luces un suburbio, la ópera bufa podía derivar en astracanada al socaire de beneficiar el espectáculo y justificar la última invención.

Pero no. Fue un partido de baloncesto. Extemporáneo, injusto e inadecuado, pero baloncesto, a fin de cuentas. Entre dos equipos que se saben la lección. El Tau se aplicó a la tarea de confeccionar el mejor juego de los tres partidos, incluido el de la canasta en contra fuera de tiempo: esa aplicación que combina la defensa más hercúlea con la mística del ataque. Todos para todos y para todo, al cobijo de la inteligencia de Bennett para dosificar el partido y la muñeca de Stombergas, que firmó un primer tiempo descorazonador para el AEK: todo lo que cayó en sus manos, salvo un tiro libre, lo encestó, con una predilección especial por los triples, la especialidad del lánguido jugador lituano.

El AEK se fue espesando. Desprovisto de su artillero, Kutluay, encadenado por Timinskas y dolido de un golpe en el primer cuarto, el conjunto griego no supo despejar el horizonte, demasiado inundado de jugadores del Tau. En cierto modo, el equipo de Ivkovic se despersonalizó, rozando la caricatura y muy lejos del conjunto coriáceo que acostumbra. Las ventajas de 10 y hasta 15 puntos fueron frecuentes a favor del Tau y un insulto a la disciplina del rival, tan espeso como confundido. El AEK se rindió, como si asumiera que este partido no debió jugarse. Se fue como el público del OAKA, cabizbajo y meditambundo.