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El oportunismo de Ranieri

Si era una visita de cortesía, Claudio Ranieri pudo elegir otro momento y lugar. Por ejemplo, el hotel. Pero eligió el martes y Highbury en el entrenamiento para llevarse la atención informativa. Así, absorbió los focos al saludar a Mendieta y envió su mensaje -'me encantaría volver al Valencia'- pese a su contrato con el Chelsea. Es más, ayer, antes del partido, abrazó a cuanto tuviera que ver con el poder en el club: al presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, y al factótum, Manuel Llorente

Ranieri revoloteó por la orilla valencianista justo cuando su actual técnico, Héctor Cúper, se ahoga. Una vez anunciada su marcha por sentirse, dice, poco querido, el argentino se halla acorralado por los directivos, que le han dado la espalda, y por la hinchada, que nunca dejó de dársela. '¿Qué? ¿Vienes ya a sustituirme?', le dijo Cúper a Ranieri cuando se cruzaron un saludo escueto.

Después de ganar la Copa en 1999, Ranieri salió de Mestalla con todos los honores tras haber desplegado indudables dotes de cinismo: inventó que la directiva no quería renovarle a pesar de que meses antes ya se había comprometido con el Atlético. De ese modo quiso dejarse la puerta abierta. Pero, mientras el presidente, Pedro Cortés, siga pintando algo, no volverá: no le perdona que le echase a la afición encima.

Todo el encanto que desplegó Ranieri para seducir al valencianismo contrastó con el inexistente gancho populista de Cúper, que reclamó cariño de la gente aunque él tampoco supo darlo. Sólo un buen final de campeonato le salvará de una salida desagradable.

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