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Adam Cooper encarna a Nijinski en la reconstrucción del ballet 'Juegos'

La temporada de primavera en Roma comenzó anteayer con dos buenos espectáculos de danza. En la Ópera, el Programa Nijinski puede considerarse un milagro de rigor y renovación, mientras en el Teatro Sistina, el argentino Maximiliano Guerra y María Giménez, junto al Ballet Teatro di Torino, ponían en pie una novedosa velada con coreografías de Karole Armitage y Matteo Levaggi, una firme promesa de la nueva coreografía italiana de acento neoclásico. La sorpresa en la Ópera ha sido la presencia del inglés Adam Cooper encarnando a Nijinski en la reconstrucción del ballet Juegos.

Cuando hace menos de un año Carla Fracci aceptó la dirección del Ballet de la Ópera de Roma, muchos se rieron. La gran diva de la danza clásica italiana, y la única estrella legendaria del ballet aún en febril actividad escénica, se lo tomó en serio. Luchando con sindicatos, burocracia, presupuestos magros y apáticos bailarines-funcionarios con sobrepeso, la menuda y gran mujer ha hecho el milagro. El cuerpo de baile es otro hoy en escena. Coherente, disciplinado, entregado a complejos trabajos estilísticos. El Programa Nijinski es uno de sus logros.

Tras la Ópera de París, el Ballet de la Ópera de Roma es la única compañía europea que tiene en su repertorio los cuatro ballets de Vaslav Nijinski. El programa de este pasado fin de semana estrenaba Till Eulenspiegel sobre el poema sinfónico de Richard Strauss; Juegos, de Claude Debussy, y La consagración de la primavera, de Stravinski, todas de 1913, último año productivo del genial artista ruso. Las reconstrucciones de los ballets hechas por el tándem angloamericano formado por la coreóloga Millicent Hodson y el pintor Kenneth Archer han dado nueva vida a este patrimonio sagrado y singular.

Carla Fracci baila en Juegos (el primer ballet que introdujo la ropa civil en la escena de baile) junto a la primera bailarina del Royal Ballet, Deborah Bull, y con Adam Cooper haciendo de Nijinski. Cooper hizo en el cine la breve escena final del Billy Elliot adulto, como un cisne mítico que volaba al éxito, y es que este bailarín tiene algo de dios eslavo, como el Nijinski que encarna, con un poder de imantación soberbio. Fracci ha promovido a primeros bailarines a jóvenes de talento como Riccardo di Cosmo, que hizo un Till de altura, o Gaia Straccamore, que en La Elegida de La consagración... hizo un recital de musicalidad y acentos bárbaros.

En Juegos, Carla Fracci demostró que el trabajo es belleza. Ella salta, hace las complejas pantomimas y se integra con modestia y grandeza en su papel, revive a aquella Karsavina díscola y distante.

En el teatro Sistina, anteayer, una única noche romana para el argentino Maximiliano Guerra y la española María Giménez, que son los ejes de un espectáculo de nueva creación con base coreográfica de Matteo Levaggi, que ya la temporada pasada sorprendió a la crítica con su Salomé (que se verá en España este otoño) para el Ballet Teatro de Torino. Esta vez, Matteo baila un paso a dos de la norteamericana Karole Armitage acompañado del ruso Dimitri Domojirov inspirado en Casanova.

Tango y 'hip-hop'

Giménez y Guerra hacen un tango y después una versión espumante de Diana y Acteón que levantó al público de sus butacas entre los saltos del primero y los giros y equilibrios de ella. Finalmente, Levaggi ha coreografiado dos obras, una de aire techno, muy dura y sensual, nocturna y con gestos del hip-hop llevados al ballet, y otra sobre Stravinski, donde de nuevo la pareja Guerra-Giménez se luce.

Matteo Levaggi se desvela como un coreógrafo original y atrevido que usa el ballet como un instrumento más de un todo estético en que luz, trajes siderales y belleza física constituyen lazos muy firmes de fascinación. El Ballet Teatro de Torino es una compañía de formato medio y de carácter internacional donde su alto nivel de baile le ha hecho ponerse a la cabeza de los conjuntos de Italia. Rusos, rumanos, italianos, españoles, unidos por una dinámica de acento muy contemporáneo.

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