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Tribuna:EL 'CASO RAVAL'
Tribuna
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La 'excusatio non petita' o del respeto al periodismo

'No abjuro de haber defendido a ninguno de mis muchísimos clientes, entre los que está Javier de la Rosa, al que desde luego aprecio'El abogado del Ayuntamiento de Barcelona en el juicio del Raval considera que se ha orquestado una campaña contra él

Durante años he tenido la suerte de escribir con cierta frecuencia artículos periodísticos hablando de mi profesión y de los problemas de la justicia, y nunca me había inmiscuido en los asuntos concretos en los que he tenido el honor de ejercer la defensa o la acusación particular. Muy a mi pesar, me veo obligado a hacer una excepción para contestar al artículo que, bajo el equívoco título de La restauración, publicó en este mismo periódico el 10 de febrero el periodista Arcadi Espada, en el que volvía a hablar, ahora a juicio pasado, del asunto del Raval en la misma línea que en su premiada obra Raval, del amor a los niños, si bien con las correcciones mínimas que le impuso la propia realidad que en el juicio se vio y oyó, asunto en el que ejercí la acusación en nombre del Ayuntamiento de Barcelona.

Me obliga a contestarle, en primer lugar, el respeto que tengo por la Administración de justicia, por la policía judicial y por el ministerio fiscal, maltratados todos por el señor Espada, tanto en su libro como en el artículo citado, en una orquestada campaña de obstrucción a la investigación de la verdad que ha desarrollado en todo momento desde que estalló el asunto, como ponen de manifiesto las conversaciones -grabadas por orden judicial- mantenidas al inicio de la investigación por el señor Espada y alguno de los entonces imputados en la causa, en las que ponía ya en evidencia un conocimiento de los entresijos del asunto inconcebible a partir de una primera aproximación periodística a una causa bajo secreto.

También me obliga a contestar el respeto que tengo y debo al Ayuntamiento de Barcelona, al que Espada, en una muestra de rabieta infantil, acaso provocada por las más de dos horas de interrogatorio que le practiqué, imputa nada menos que responsabilidad en los hechos por mal funcionamiento de sus servicios sociales de atención a la infancia, sin otro fundamento conocido que el deseo del señor Espada de demostrar a cualquier precio la inocencia de los acusados en el asunto del Raval, como proclamó ya en su libro con respecto a todos los acusados y como seguía sosteniendo en su artículo, con la excepción de Tamarit y Lli, para quienes ahora pedía una sentencia 'serena' del tribunal.

Me lo impone también, finalmente, un respeto a la verdad que creo que está en la esencia tanto de la Administración de justicia como de la profesión periodística, unidas en este punto por esa común aspiración de alcanzar la verdad material o acercarse lo máximo posible a ella. El señor Espada, que pretende decir que ha investigado la verdad palpando la realidad del Raval y hablando con las personas implicadas, tuvo que reconocer en el juicio, cuando yo le interrogué, que sólo había hablado con los acusados y con sus abogados, y que no creyó necesario hablar ni con las víctimas, ni con las instituciones, ni con los abogados de la acusación, ni con el ministerio fiscal. Y terminó diciendo algún tiempo después en el mismo interrogatorio, quitándose la careta ante la audiencia pública de aquel acto, que él no necesitaba hablar con nadie más porque estaba 'en posesión de la verdad'. Extrañamente, ese pregonero de la verdad cuenta sólo lo que le conviene, y ésa no es ni la verdad periodística, ni la que inspira la justicia.

Para terminar, el señor Espada, haciendo alarde de un mal gusto impropio de quien se pretende periodista de altura, incluso desde el púlpito profesoral, ha pretendido en su artículo, como pretendió cuando le interrogué en el juicio, ofenderme personalmente, hablando de un cliente mío e insinuando que con el juicio del Raval pretendía rehacer mi imagen profesional a costa del Ayuntamiento de Barcelona. Ya le dije en el juicio al señor Espada que sus ofensas no pueden afectarme porque parten siempre del puro exabrupto; pero ahora que las ha plasmado por escrito, tengo que decirle que yo no me veo obligado a recurrir a excusatios non petitas y no abjuro de haber defendido a ninguno de los -gracias a Dios- muchísimos clientes que he tenido en más de un cuarto de siglo de ejercicio profesional, entre los que le recuerdo que no sólo está Javier de la Rosa, al que malévolamente cita para hacer daño a dos bandas y a quien desde luego aprecio, sino otros muchos que calla interesadamente y que yo no tendré el mal gusto de citar, pero que creo que son públicamente conocidos por los lectores del señor Espada.

Tengo que acabar advirtiendo a la opinión pública de que la campaña que el señor Espada ha venido orquestando desde el inicio de la investigación del denominado caso Raval no ha concluido, por desgracia, con el artículo ni con los insultos y vituperios que en él lanzaba contra policías, jueces, fiscales, Ayuntamiento de Barcelona y psicólogos, y contra mi persona, pues abusando de la evidente buena fe y magnanimidad del tribunal que juzga los hechos, instaló un equipo de grabación en la propia sala, del que, si se autoriza la publicación, no me extrañaría nada que saliera el próximo panfleto, ahora en forma de producción videográfica, acaso contra la propia sentencia que se dicte en este delicado, grave y trascendental asunto. Por ello, no está de más advertir de que para quienes asistimos a las largas sesiones de aquel impresionante acontecimiento judicial y vimos hablar a las víctimas de los hechos, el único antídoto contra toda esa campaña equidistante del periodismo veraz que la Constitución menciona es contemplar íntegramente ese juicio y sus antecedentes reales y, entonces sí, sacar conclusiones desde postulados de justicia.

Francesc de P. Jufresa Patau es abogado.

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