'En Madrid todo el mundo es famoso, incluso yo mismo'
Tiene aspecto de adolescente perpetuo, pese a sus 52 años y al cabello que platea ya, suavemente, sus sienes. La cabeza erguida, huidiza la mirada, pareciera ensimismado en encauzar su pensamiento y su sentir a través de una dimensión por donde sólo vagaran las imaginaciones un informal grupo muy exiguo de escritores.'A este grupo, excéntrico, pertenezco', confiesa. El nexo que enlaza a sus miembros no es otro que un endiablado amor por la literatura. Es Enrique Vila-Matas, escritor que esgrime la pluma desde sus doce años, cuando escribía para sí en la costa de Platja d'Aro como medio de soportar el tedio de los veranos en la costa, a solas con sus indagaciones por el horizonte, por la reflexión. De familia dedicada a la política municipal catalana, instado a seguir estudios de Derecho, decidió simultanearlos con los de Periodismo. Vinculado a la pionera revista Fotogramas y colaborador de EL PAÍS, Vila-Matas pasa por ser hoy uno de los escritores en español más traducidos: nueve lenguas gozan ya de sus escritos; el turco y el griego van a recibir ahora sus ocho novelas, celebradas por los críticos como construcciones donde lenguaje y relato se desvanecen en un abrazo cuajado de desafíos, sorpresa e ironía. Acaba de visitar Madrid para presidir un jurado sobre novela latinoamericana, asunto por él bien conocido por la lectura incesante y la amistad literaria con creadores.
Pregunta. En sus obras, ¿qué prefiere, decir cosas o contarlas?
Respuesta. Pertenezco a un sector escarmentado del experimentalismo, por ello trato de tener en cuenta ambas dimensiones.
P. ¿Qué rasgo define su manera de escribir?
R. El mío es un género literario mestizo, que incorpora el ensayo a la narración. Me muevo en una frontera de géneros literarios.
P. ¿Con qué propósito?
R. Con el de llegar a la legibilidad. Procedo de una generación literaria con tendencia a la escritura ilegible.
P. ¿Qué función cumplen en sus obras la nada, el vacío?
R. En mi novela Bartleby y compañía hablo de un escritor que deja de escribir. Un poeta argentino, Juarroz, dijo: 'En el centro del vacío hay otra fiesta'. Me dejo guiar por tal máxima.
P. ¿Cómo consigue alimentar su nihilismo sin los consabidos desenlaces mórbidos o atribulados?
R. Porque no me siento culpable de nada.
P. ¿Huye del éxito?
R. El éxito me parece una horterada, ya que depende siempre del juicio de los demás... Aunque me ha ido bien.
P. ¿A qué lo atribuye?
R. Acaso al tipo de literatura que hago, que es una reflexión sobre la literatura misma. Hay un nuevo tipo de lector del siglo XXI que así lo demanda.
P. ¿Tiene Madrid personalidad literaria?
R. Aquí todo el mundo es famoso, incluso yo mismo.
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