_
_
_
_
Entrevista:Pere Maria Orts | Académico de honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia

'El embajador Vich hizo más por Valencia que todos los Borja'

Miquel Alberola

Es el último sabio de su generación y en su cabeza guarda toda la secuencia de la historia valenciana tan fresca como si hubiese ocurrido ayer. Pere Maria Orts (Valencia, 1921) es un selecto coleccionista de pintura y autor de abundantes estudios de genealogía y heráldica, entre los que destaca Història de la senyera al País Valencià, un libro de referencia contra la confusión. Ahora ha hecho una concesión a su inexpugnabilidad para desmitificar a los Borja, Blasco Ibáñez y Mayans.

Pregunta. Con el dinero del Premio de las Letras Valencianas, que le fue concedido en 1996, compró un óleo de Palomino y lo donó a la Generalitat. ¿Por qué lo hizo?

'Gregorio Mayans era un señor muy ilustrado, pero en sus obras se olvidó de la Ilustración'

Respuesta. No he cobrado en esta vida nada, excepto los seis meses de alférez de complemento que me pagaron en las milicias. Tengo unas necesidades muy controladas y no preciso más dinero del que tengo. Al darme el premio, como sabía que había un cuadro pendiente de pago en el Museo de Bellas Artes e iban a retirarlo los propietarios, pues lo compré e hice la donación. Y aún sobró algo de dinero que destiné a la biblioteca del instituto de Benidorm que lleva mi nombre.

P. ¿De dónde surge su pasión por el arte?

R. En mi casa siempre oí hablar de arte y de pintores sobre los que se ejercía un cierto mecenazgo, como el caso de Puig Roda. Siempre tuve la ilusión de los cuadros, porque en casa teníamos algunos, y cuando tuve la posibilidad de comprarlos, lo hice. Los primeros que compré, por cierto, los regalé a la parroquia de Benidorm.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

P. ¿Ha ido al IVAM alguna vez o sólo le interesa el Museo de Bellas Artes San Pío V?

R. No, no: he ido. Soy de los que se esfuerzan por entenderlo todo, aunque no siempre es posible. Quisiera que me gustaran todas las cosas del señor Tapies, pero desgraciadamente no pasa así. Aunque eso tampoco significa que la pintura realista o hiperrealista de ahora, como la de Claudio Bravo, me contente demasiado.

P. Hemos celebrado el año Borja por segunda vez en poco tiempo. ¿No los estamos celebrando demasiado?

R. Me parece que se está cayendo en una fenomenal exageración. No hay que olvidarse de los Borja, pero no veo motivo para tanta alharaca. Al final parecerá que en Valencia no han existido más que los Borja, el señor Blasco Ibáñez y el señor Mayans. No veo que nadie se acuerde del rey Pere I, un señor nacido en Valencia y que tuvo una proyección internacional extraordinaria en las Vísperas Sicilianas, la conquista de Sicilia y el hundimiento del papado, que fueron el origen de la Reforma.

P. ¿Qué repercusiones tuvo para los valencianos una dinastía papal como la de los Borja?

R. Ninguna. Sólo para su familia y sus amigos. El primer Borja, Alfonso, parece que compró la diócesis porque pensaba ganar dinero con ella, y cuando accedió al pontificado con el nombre de Calixto III ejerció un nepotismo descomunal. En tres años colocó a todos los posibles parientes. Pero el asunto se complicó más con Rodrigo de Borja, Alejandro VI, quien estuvo once años en el papado. Los Borja eran los señores que tenían las rentas más altas del Reino de Valencia, y este dinero se fue de Valencia para comprar señoríos, ducados y para financiar sus políticas.

P. ¿Descapitalizaron el reino?

R. Más que descapitalizarlo, paralizaron las inversiones en construcciones de carácter religioso, que eran las únicas posibles en ese momento. No sé si arreglarían alguna gotera en el Palacio Arzobispal, pero no mucho más. Las rentas del arzobispado, que entonces era el motor de la cultura, se fueron a otra parte en una época tan crucial como el siglo XV. Desde 1429, en que los Borja cogen la diócesis de Valencia, hasta 1511 no entra un solo obispo, más que el de gracia, y todas las rentas se envían fuera. Para hacernos una idea de lo que se perdió sólo hay que fijarse en lo que hizo unos años después Juan de Ribera, que no sólo creó el magnífico edificio del colegio del Corpus Christi con sus colecciones de arte, sino que esta aportación cultural se ha proyectado sobre la Iglesia valenciana y la española hasta ahora.

Por el contrario, ¿qué hicieron los Borja? Porque su palacio, que es donde están las Cortes Valencianas, es sólo un pedazo de lo que debiera de ser un palacio. Además lo hicieron con un estilo gótico anterior al de la época. Al mismo tiempo se hizo el palacio de los Mendoza en Guadalajara o la Casa de las Conchas de Salamanca, y sólo hay que comparar. Para mí, los Borja frenaron el Renacimiento en el Reino Valencia.

P. Por lo menos concedieron la bula para fundar la Universidad de Valencia, ¿no?

R. Cosa muy de agradecer. Pero lo que hubiese correspondido no era un pergamino, sino que los Borja hubiesen pagado la Universidad. Hizó más por Valencia el embajador Jeroni Vich i Vallterra que todos los Borja. Este señor lo único que hizo fue comprar un claustro renacentista en Italia para su casa de Valencia y traerse un tríptico y dos cuadros de Sebastiano del Piombo. Y eso fue suficiente para revolucionar todo el arte valenciano, porque esa pintura ejerció una notable influencia italiana sobre Vicent Macip, Joan de Juanes y Ribalta, que los vieron en su casa.

P. ¿Los Borja hablaban en valenciano como se dice?

R. Se ha dicho mucho, pero debió ser una cosa puramente testimonial, porque Alejandro VI se fue de Valencia con 16 años y era casi italiano. Y no digamos Lucrecia, César y Jofré. César fue el primer italiano, y por eso entusiasmó tanto a Maquiavelo. Pero lo más grave no es que hablaran o no en valenciano en el Vaticano, sino que sus descendientes no lo hablaran en el Ducado de Gandia y, siendo la primera familia de la nobleza valenciana, castellanizaron al resto de la nobleza.

P. ¿La leyenda negra no fue elaborada por sus adversarios, por las grandes familias de Roma que no aceptaban a un papa no italiano?

R. La prueba de que la Iglesia no ha tenido ningún interés en elaborar leyendas negras sobre los Borja es que durante varias generaciones posteriores continuaron teniendo altos cargos eclesiásticos e incluso varios cardenales. Por lo menos hasta el siglo XVIII. La leyenda nació más durante el siglo XIX, cuando Víctor Hugo escribe lo de Lucrecia falseando la historia y Donizetti compone la ópera, lo que posteriormente, lleva a Churchill a decir que después de Lucrecia Borja, Agatha Christie era la persona que más dinero había sacado de sus crímenes. Lucrecia no mató a nadie. Fue un juguete en manos de César y de su padre. Otro asunto son las relaciones sexuales que practicaron entre ellos, pero no me interesan. A los valencianos, que la leyenda sea superior a la realidad o que la realidad supere a la leyenda, no nos debe de preocupar. Lo que hay que hacer es poner los pies en el suelo para hablar de ellos de acuerdo con la realidad, sin crear fantasías: sin olvidos, alabanzas ni excesos.

P. A menudo se discute sobre si en Valencia hubo o no Ilustración. ¿Usted de qué parte está?

R. Hubo, porque la gente sabía lo que era la Ilustración. Pero los ilustrados de Valencia más sobresalientes, como el caso de Gregorio Mayans, no trabajaban como los ilustrados. Mayans era un señor cultísimo, que sabía mucho latín y que en sus cartas recomendaba ir a las fuentes y a los archivos, pero él no iba. Él sabe qué es la Ilustración, pero trabaja como en el siglo XVII. No hay más que leer su introducción a El Quijote para darse cuenta de que o no había leído el libro o, si lo había hecho, no lo había entendido. Escribía sin conocimiento de causa y sin entrar al fondo de la cuestión. La biografía de Luis Vives se la inventó completamente. Es una fantasía total, y Mayans ya no era un crío. Era un hombre muy ilustrado, pero en sus obras olvidaba la Ilustración.

P. Hablemos de Blasco Ibáñez. ¿Su legado ideológico neutraliza su legado literario?

R. Mire, John Dospasos decía que Midas todo lo que tocaba lo convertía en oro y que Blasco todo lo que tocaba lo convertía en barro. Era un hombre muy prolífico, escribió mucho y tuvo mucha suerte, pero no creo que tenga gran importancia literaria. Aunque lo peor no es eso: Blasco impidió que el socialismo cuajara en Valencia. Él y Rodrigo Soriano eran unos burgueses cuya única prédica fue el anticlericalismo, que es lo que hizo Alejandro Lerroux en Cataluña. Y eso fue funestísimo, porque la mayoría de sus seguidores cayeron en manos del anarquismo, lo que significó una catástrofe para el tesoro artístico de Valencia y de Cataluña. Las destrozas del año 1936 en Valencia no tienen parangón. Ni en Madrid, que fue frente, ocurrió lo de aquí. Valencia se ha quedado sin archivos: el fuego anuló la historia familiar de la ciudad. Todo gracias a Blasco. Si el Cid ganaba batallas después de muerto, Blasco quemaba iglesias después de muerto.

Por no hablar de su lugarteniente, Félix Azzati, quien dijo en el Congreso de los Diputados la tontería de que si él y la Virgen de los Desamparados se presentaban a las elecciones, sacaba más votos. Eso sentó fatal y el acto de desagravio se ha convertido con los años en el Traslado de la Virgen, que desgraciadamente no parece que sea un acto muy religioso. Mire si estoy disgustado que desde que le han dedicado una calle al dichoso Azzati ése, cuando tengo que referirme a esa calle, doy mil rodeos antes de pronunciar su nombre. Fue un hombre funestísimo para la historia de Valencia, como Blasco Ibáñez.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_