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JAVIER CIÉZAR | EL PERFIL

Amigo de usos y costumbres

Tereixa Constenla

La tostada de aceite de cada mañana debió tener un regusto especialmente amargo el pasado sábado 17 para Javier Ciézar, amigo de las rutinas domésticas y madrugador. La petición que había lanzado el día anterior a los empresarios para que se abstuviesen de contratar inmigrantes porque presumía que acabarían creando una bolsa de marginación que dañaría el turismo de Málaga tuvo gran eco en la prensa. Las críticas que provocó también. Hasta entonces, el presidente regional de Asaja era casi un desconocido fuera del mundo empresarial o de su provincia, aunque los motivos de su efímero salto a la popularidad le parezcan inmerecidos e injustos.

Dicen sus amigos que es el precio de la sinceridad. A Javier Ciézar Muñoz (Álora, Málaga, 1941), casado, dos hijos, le cuesta callar lo que piensa. Aquel día reflexionó ante micrófonos lo que ya había repetido sin cámaras en otros contextos. 'Ha dicho lo que mucha gente piensa en Andalucía', sostiene un empresario muy allegado, que no dudó en telefonearle de inmediato para darle un imaginario abrazo y preguntarle: '¿Qué quieres que haga?'. Parece la reacción que provocaría alguien muy influyente, pero el empresario lo niega: 'Es un hombre que sirve y respetamos mucho lo que dice'.

Y suele decir lo que piensa, aunque también es verdad que su trayectoria profesional no está aderezada de salidas extemporáneas o fuera de tono. Tiene un natural dialogante que incluso corroboran en círculos sindicales. Ciézar, recuerdan, era una de las pocas caras aperturistas que engrosaban las delegaciones empresariales encargadas de negociar los primeros acuerdos laborales con sindicatos en los complicados tiempos de la transición. En su calidad de asesor ofrecía puentes de diálogo, en contraposición con algunos empresarios que abrían la chaqueta como con descuido para mostrar sus pistolones.

No era un cacique, vamos, e, incluso en aquellos tiempos más exacerbados y polarizados, hacía gala de una tolerancia que no abundaba entre el sector empresarial en el que se movía, a decir de un sindicalista que lo compara con una tortuga carey por su capacidad para 'tragarlo todo'. La metáfora también serviría para dibujar su longevidad profesional en los mismos círculos: 10 años como abogado y secretario de la Confederación de Empresarios de Málaga (1982-91) y otra década como presidente provincial de Asaja. Permanece en el cargo desde 1991, cuando fundó en Málaga la Asociación de Agricultores y Ganaderos (ASAGA), que se fusionaría con Jóvenes Agricultores dos años después. Desde 1997 preside, además, Asaja Andalucía.

En el entorno empresarial elogian su entrega y generosidad y le consideran el artífice del crecimiento de la organización agraria en la provincia. En el sindical lo dibujan como un poder fáctico -sostienen que algunas veces la Administración ha suspendido reuniones de la comisión de migraciones porque él no podía acudir-, que controla desde la sombra el sector agrario y uno de los responsables de que las condiciones laborales del campo malagueño estén a la cola de Andalucía. El año pasado los empresarios pagaban por un jornal 4.420 pesetas, mientras que la media andaluza ronda las 5.000 pesetas. La negociación colectiva para este año, que afecta a 48.000 trabajadores, está, a día de hoy, rota.

Ciézar lleva toda la vida negociando o tejiendo, cuando no se podía negociar, marcos laborales. Hasta 1977 fue abogado del sindicato vertical franquista y, como tal, autor de la famosa cláusula de 'usos y costumbres' que ha imperado en el campo malagueño hasta hace bien poco. El latiguillo que incorporó el abogado Ciézar al texto que regulaba las condiciones laborales agrícolas contemplaba la excepcionalidad de la jornada laboral según usos y costumbres de cada pueblo. Con esta fórmula tan vaga y genérica se respetaba, por ejemplo, la jornada de seis horas de Teba, en tiempos en los que nadie soñaba con las 35 horas semanales.

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Toda su trayectoria profesional está vinculada a la abogacía y a la patronal (es vicepresidente de la CEA), aunque en Álora, su localidad natal, cultiva una finca de cítricos y olivos. Ciézar abandonó Sevilla al concluir sus estudios. Cuentan que su padre, juez, le dijo que si pretendía ejercer la abogacía se buscase otra provincia para evitar perversas incompatibilidades. Así que el licenciado Ciézar regresó a los orígenes familiares y comenzó a trabajar en Málaga, donde compartió un despacho con Juan Jiménez Aguilar, secretario general de la CEOE.

Es campechano y parlanchín. Cuenta anécdotas cuando negocia con sindicatos y las escucha cuando se toma cañas por los pueblos. Nadie habla de que tenga otras aficiones más allá de la tertulia con los amigos y su finca de Álora. Es familiar y presume de no tener vinculaciones políticas, aunque los sindicatos no dudan en situarle en la órbita del PP y con relaciones estrechas con algunos dirigentes nacionales. Es afable y nada distante. A Manuel Clavero Arévalo, que había sido su profesor en Sevilla, le recordó, años después, que era un hueso y que estuvo en un tris de buscarse otro profesor para sacar adelante la asignatura.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.
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