Comedieta

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De Roberto García, por L'Horta Teatre. Intérpretes, Álvaro Báguena, Laura Useleti. Iluminación, Miquel Llop. Vestuario, Joan Miquel Reig. Escenografía, Jaume Policarpo. Dirección, Roberto García. Teatro Talía. Valencia.

Un taxista más neurótico que psicótico (buen trabajo de Álvaro Báguena, empeñado en parecerse a Dustin Hoffman) secuestra a la camarera de un bar de copas no para aprovecharse de la pobre chica, o al menos no de la manera habitual, sino llevado del convencimiento de que él mismo es un temible hombre lobo que se transforma en ocasiones y necesita de los servicios de la muchacha para que le ayude a evitar lo peor. Esto se va descubriendo con el desarrollo, por así decir, de la obra, y no estaría bien que yo desvelase ahora el final de una comedia que también quiere ser de intriga.

Fuera de ese soporte argumental, copiado -y mal copiado- de obras de mayor fuste, que van desde Taxi Driver hasta El coleccionista, hay una voluntad férrea de hacer reír con algunas ocurrencias de diálogo, y aquí hay que decir que sólo a un amante de los culebrones se le ocurriría atribuir tanta ingeniosidad en las réplicas de una pobre camata de carretera. Además de eso, que resulta estomagante, reina en el texto, y en su montaje, esa clase de inverosimilitud escénica que lleva al espectador a suponer que lo poco que allí ocurre se debe no a los derechos de primogenitura de unos personajes bien dibujados en sus carencias y en sus objetivos sino a los caprichos de un autor resuelto a demostrar que ha visto mucho cine y un buen puñado de culebrones, lo que le permite extrapolar situaciones de postín sin molestarse en aderezarlas con su propia veracidad. El resultado es un remedo singularmente tacaño, pese a una escenografía que sugiere más cosas de las que llegan a utilizarse.