_
_
_
_
_
Entrevista:ENEKO LANDABURU | DIRECTOR GENERAL PARA LA AMPLIACIÓN

'Hay que pagar un precio para lograr una Europa unificada'

Carlos Yárnoz

Hijo de vascos en el exilio, Eneko Landaburu (París, 1948) ocupa desde hace año y medio uno de los despachos más sensibles en Bruselas como director general de Ampliación y jefe de las negociaciones con los países candidatos. Sus críticas a la situación actual no ocultan su gran satisfacción por vivir en primera línea el desafío histórico que supone para la UE acoger en los próximos años a 12 nuevos países: Polonia, Hungría, República Checa, Eslovenia, Estonia, Chipre, Rumania, Bulgaria, Letonia, Lituania, Eslovaquia y Malta, además del caso especial de Turquía. Y es que Landaburu, que con 38 años fue el director general más joven de la Comisión, lleva ya 15 dedicado en cuerpo y alma a la construcción de Europa.

'Tenemos que llevar a los nuevos miembros de la UE los fondos estructurales, que fueron tan exitosos para España durante 15 años'

Pregunta. Con el proceso de ampliación en marcha, resulta que, según el último Eurobarómetro, más del 50% de los ciudadanos de Francia, Alemania y Reino Unido lo rechazan.

Respuesta. Es la cuestión más preocupante. Pese a estar en una situación globalmente mejor, tenemos un problema enorme: el de la falta de debate en nuestros países sobre lo que representa el ejercicio político de la ampliación y sobre las consecuencias positivas que tendrá para todos. Debe haber una movilización de todas las fuerzas políticas, sociales, intelectuales... para explicar por qué necesitamos la ampliación.

P. Algunos Gobiernos de países candidatos también se muestran preocupados.

R. Los países candidatos llevan haciendo un esfuerzo brutal desde hace más de diez años para adaptarse a la economía de mercado y a la democracia, y han tenido unos costes políticos, económicos y sociales muy duros.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

P. ¿Qué argumentos demuestran la necesidad de la ampliación?

R. La necesitamos por razones políticas, económicas, culturales. A estos países que han recuperado la democracia, después de tanto tiempo bajo control soviético, no les podemos decir que no son europeos. Para ellos, estar en la familia es un seguro de consolidación de su propia democracia y, sin duda, un seguro de prosperidad mayor dentro de un reparto de recursos.

P. ¿El miedo viene de ese reparto de recursos?

R. El miedo nace de la falta absoluta de conocimiento en los grandes países. Esta ampliación no representa objetivamente un peligro económico para Europa, porque los países candidatos representan a 100 millones de habitantes [sin considerar Turquía], es decir, una tercera parte de la UE actual. Y sólo representan el 7% de la riqueza de los Quince actuales.

P. Precisamente, en los países que teóricamente perderán más con la ampliación (como España o Portugal, que tendrán que ceder fondos en beneficio de los nuevos) hay más apoyo al proceso.

R. Sí, es curioso. Creo que hay un doble miedo. El primero, muy fuerte en Alemania, es que haya una emigración brutal de trabajadores. Eso explica la postura del Gobierno alemán, que quiere poner un plazo de siete años antes de permitir la libre circulación de personas de países candidatos. El otro temor, detectado en Alemania y Francia, es que la entrada de esos nuevos países debilitará a la actual UE.

P. ¿Cómo responde a esas hipótesis?

R. La Comisión ha presentado este mes un estudio, redactado por organismos independientes, del que se deduce que de ninguna manera se producirá un flujo masivo de trabajadores. Podrá haber movimientos de importancia en determinados territorios fronterizos como Alemania y Austria, pero no se esperan flujos masivos. El segundo, el miedo de debilitamiento de la UE, nace de un peligro que efectivamente existe.

P. Ya en Niza se vio que es muy difícil repartirse el poder y gestionar las instituciones entre 15 países. Ahora podemos hablar de una UE con 28 o más países miembros en pocos años.

R. Exactamente ésa es la cuestión. Se trata de gestionar el poder y de encontrar métodos de decisión que sean rápidos, flexibles, democráticos y transparentes. Tenemos que ser muy cautos para no dar a estos países periodos de transiciones o derogaciones que debiliten el nivel de nuestras políticas, sobre todo en asuntos de mercado interior. También tenemos que prever la creación de unos fondos para la recuperación económica y la reducción del nivel de diferencias, exactamente como se hizo con España, Grecia, Irlanda y Portugal. Tenemos que llevar a estos países los fondos estructurales, que fueron tan exitosos para España durante 15 años.

P. Eso tiene un coste obvio para los actuales miembros de la Unión.

R. Tiene un coste. Hay que pagar un precio para alcanzar el objetivo de una Europa unificada de forma pacífica por primera vez en la historia del continente. Esa Europa unificada nos permitiría tener un peso en el mundo que ahora no tenemos. Pero hay otra condición a cumplir: no podremos trabajar y existir entre 27, 28 o 30 países sin llevar a cabo una reforma profunda de las instituciones europeas. Estamos en un periodo absolutamente apasionante, de refundación como dice el presidente de la Comisión, Romano Prodi. Es ése el doble debate. Si no lo logramos, vendrá el debilitamiento. Podemos ir hacia atrás. Lo que Jacques Delors, Felipe González, Helmut Kohl y François Mitterand consiguieron puede perderse si no consolidamos lo que tenemos y avanzamos.

P. ¿Cuál es la actitud de España en el proceso de negociación, considerando que perderá fondos a favor de esos nuevos países más débiles?

R. España está llevando una actitud muy positiva, aunque defendiendo algunos intereses, como es normal. Para España el tema importante es el presupuestario. Mi posición personal es la siguiente: estos países candidatos tendrán que recibir, cuando se incorporen, el efecto de la solidaridad que nosotros tuvimos en el periodo anterior. Esto es fundamental.

P. Pero España, en alguna medida, seguirá recibiendo fondos para alguna región determinada.

R. España sigue sufriendo algunos retrasos económicos en comparación con la media comunitaria, por lo que, a mi modo de ver, deberá beneficiarse todavía de una cierta solidaridad por parte de los Estados más ricos. Sería un error tremendo hacer una transferencia neta de los países que ahora reciben dinero a los nuevos más pobres, dejando a los primeros sin dinero.

P. ¿Cuál es su calendario aproximado de incorporación?

R. Caben varios escenarios: de un grupito de dos o tres con los cuales terminaremos las negociaciones antes de 2002, cosa que veo muy difícil, o de una negociación que terminaría entre finales de 2002 y comienzos de 2003 que reagruparía a más países, que pueden llegar a ser ocho. Es muy difícil saber el escenario final. Hay una cuestión política: Polonia es el gran país de este grupo y, por presiones alemanas, hay interés en que entre en el primer grupo. Pero habrá que ver, a la hora de la verdad, si Polonia estará lista para entrar.

P. ¿Vamos hacia una Europa federal?

R. Tenemos que dejar a un lado la Europa a una sola velocidad. Como españoles, luchamos mucho tiempo contra la Europa a dos velocidades, pero hoy la situación es mucho más complicada, porque entre los Quince no hay una idea común de Europa. La dificultad no viene de la ampliación, sino de la incapacidad de los Quince para definir un proyecto. La ampliación agudiza las dificultades, pero no las crea.

P. Hablamos de la falta de entendimiento entre París y Berlín.

R. Efectivamente es muy preocupante. Pero no sólo lo de París y Berlín, sino también la actitud hacia Europa de Gran Bretaña, que es cada vez más alejada de un proyecto de integración que se encamina hacia unos Estados federados o una federación de Estados.

Eneko Landaburu, director general para la Ampliación de la Unión Europea, en su oficina de Bruselas, el 8 de marzo.
Eneko Landaburu, director general para la Ampliación de la Unión Europea, en su oficina de Bruselas, el 8 de marzo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_