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Reportaje:

Illgner, un espectador de lujo

El tercer portero del Madrid cobra 270 millones netos al año y aún no ha sido convocado esta temporada para ningún partido oficial

Diego Torres

'Con la mano derecha daba de comer a Jerome y con la izquierda llamaba por teléfono al Real Madrid', dijo Bianca Illgner en su trepidante relato al periódico Bild de cómo negoció el fichaje de su marido, en septiembre de 1996. A las tres de la tarde la llamaron desde las oficinas del Colonia para comunicarle el interés madridista. A partir de ahí -y sin interrumpir la alimentación de su hijo pequeño- actuó por su cuenta. Frau Illgner (señora Illgner), como la conocen en Alemania, llamó al presidente del Madrid, entonces Lorenzo Sanz; ejecutó las labores domésticas, y a las cinco, cuando el portero y esposo llegó a casa, le recibió con los brazos abiertos y un anuncio: 'Bodo, creo que he podido cumplir tu sueño'.

Cinco años más tarde, Bodo Illgner (Coblenza, 1967) sufre en silencio los rumores que amenazan su reputación. En este tiempo ha cumplido las expectativas con creces. Una Liga, dos Copas de Europa y una Copa Intercontinental se sumaron a su palmarés de campeón del mundo con Alemania en 1990. Sin embargo, desde el verano pasado no ha vuelto a viajar con el Madrid. Nunca ha entrado en una convocatoria, salvo en un amistoso contra el Móstoles para el que no hubo ni que concentrarse. Cuando el cuerpo técnico le ha necesitado -para viajar como segundo portero a Moscú y Bruselas, en partidos intrascendentes de la Liga de Campeones, y a Pamplona y Mallorca, en la Liga- estaba lesionado. La última vez que debió quedarse en casa, argumentó que no podía viajar a Mallorca porque no se había recuperado de una tendinitis. A los actos a los que acude la plantilla y a las celebraciones tampoco va. Suele alegar 'fiebre'. En público, es hermético y evasivo. Mientras tanto, cobra 270 millones de pesetas netos al año y nadie cuestiona su talla profesional.

'La gente que cobra mucho también se lesiona', le defiende el director general, Jorge Valdano; 'Illgner es uno de los jugadores más respetados del vestuario. Si tiene ese contrato es porque hizo dos temporadas extraordinarias. Luego intervinieron dos factores. Primero se lesionó. Después apareció un chico de 19 años [Casillas] con un enorme talento que lo desplazó al banquillo. Cuando se fichó a César se pensó en un competidor para Illgner, pero terminó compitiendo con el chico de 19 años. Illgner quedó como tercer portero'.

El sueldo de Illgner, el más alto del mundo para un tercer portero, es atribuible a la maestría de Bianca, su esposa y representante, que en febrero de 1999 negoció su renovación hasta junio de 2002. Se hacía difícil prescindir de Illgner. Porque Fabio Capello no apostó por un arcano cuando pidió el fichaje de este gigante de 1,90 metros. Lo garantizaban su seguridad en los balones aéreos, su soberbia colocación y su disciplina marcial.

Hoy, después de una lesión de rodilla en 1999, Illgner cojea. Algún compañero se asombra al verle entrenarse 'con la rodilla hecha polvo' y una entrega total. Sólo en los ejercicios de velocidad se arrastra con el ego herido por detrás de César y Casillas. Los años le pesan. 'A veces es él quien pide más ejercicios de los que le mando', observa el técnico de porteros, Manuel Amiero; 'es un profesional ejemplar. Es siempre cordial y conoce su cuerpo a la perfección'.

Bianca no le quita ojo. En la última concentración estival de Suiza, la cabellera platinada de Frau Illgner flotaba al viento mientras giraba alrededor del hotel, muy rápido, enfundada en su malla de colores vivos sobre un par de rollerblades.

'Esto es una locura', le dijo Bodo cuando llegó a su casa en 1996. 'Esto es muy normal', replicó ella.

Bodo Illgner, en 1996.
Bodo Illgner, en 1996.LUIS MAGÁN

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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