Fox
Suelo ahorcarme de la corbata cuando voy de director general para arriba, y en esta ocasión se trata del señor Fox, nuevo presidente del México a la vez emergente e insurgente. Con el testimonio de un secretario taquígrafo, Fox se presenta sin corbata y con bonitas botas camperas para explicarme sus buenas intenciones con respecto a los zapatistas, mediante un discurso muy medido y supongo que repetido. El señor presidente es un excelente comunicador, pero de un estilo radicalmente opuesto al del subcomandante Marcos. El señor presidente va por la vida y por la historia de honrado ranchero que frente a las sinuosidades del PRI trata de demostrarnos que la línea recta es la distancia más corta entre dos horizontes, y Marcos es un poeta a la vez calculador, imprevisible, culto, que pasa por tan excelente momento de creatividad que ha ampliado el paisaje de sus citas literarias y hasta utiliza a Borges y Coleridge para construir parábolas revolucionarias. ¡Si Borges levantara la cabeza!
Para Fox todo se resolverá pactando, incluso el desarrollo neocapitalista hacia el sur, como si las cosmogonías neoliberales y zapatistas pudieran llevar a una síntesis o, simplemente, desde la confianza de que el desarrollismo acabará por poseer la tierra y las conciencias. Los zapatistas llevan de momento la iniciativa ocupando simbólicamente la capital del mismo Estado contra el que se sublevaron, pero ahora se enfrentan a todos los bloques que les detestan, desde el mediático hasta el parlamentario, con ciertas tentaciones filibusteristas, a ver si los indígenas se cansan y abandonan la partida. Fox lo tiene peor. Necesita resultados inmediatos. Ha prescindido de su propio partido y ha obrado sin otra asesoría que la del llamado Grupo de Chiapas, unos diez mentores que consideran al zapatismo la primera contradicción de primer plano que se debe resolver. Y es que entre los asesores del señor presidente los hay que saben muy bien qué quiere decir contradicción de primer plano o contradicción fundamental e incluso condiciones objetivas y subjetivas.
Formidable estratega de fábulas, Marcos les ha contado que un indígena quería jugar al ajedrez con los blancos, y, como no le dejaban, puso una bota sobre la mesa de juego y exclamó: '¡Jaque!'.
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