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Columna
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Terrorismo

El eje mediterráneo del terror sacudió en la madrugada de ayer a los ciudadanos de Roses y de Gandia, unidos por ese corredor de alta velocidad que es la autopista A-7 y por el horrible estallido de la dinamita en sus calles. A los activistas de ETA, con toda probabilidad procedentes de Francia, no les hace falta madrugar mucho para viajar hasta sus objetivos, aparcar sus coches bomba y regresar a buen recaudo antes de que las explosiones siembren la muerte. Es una cuestión de horas, una modalidad de escapada turística macabra que los terroristas practican convencidos de estar ejerciendo el privilegio de unas convicciones que pasan por encima de la vida de las personas. En Roses murió un mosso d'esquadra. En Gandia, no hubo víctimas. Pero en ambos lugares dejó un rastro de escombros la arrogancia de una ideología llevada a dimensiones casi teológicas. El irredentismo de ETA se ha deslizado mucho más allá de cualquier reivindicación política o ideológica. En su discurso no encaja ya ni la autodeterminación, ese discutido derecho político del que Ernest Gellner, un buen conocedor del nacionalismo, subrayó cómo sus procedimientos, en los estados democráticos, se rebasan a menudo unos a otros sin encontrar un equilibrio ('¿qué debe prevalecer?', se preguntaba. '¿La demografía, la historia o la geografía?'). En el deslizamiento hacia el abismo, hacia el punto sin retorno, con toda la carnicería que genera, prima el vértigo, la adrenalina de un poder inhumano: el de decidir quién debe morir y quién puede seguir viviendo. Devolver el conflicto vasco a la política pasa por frenar ese viaje alucinado desterrando del debate el mito de que los ideales, a veces, se expresan proféticamente de forma violenta. Como constataba Jürgen Habermas en una reflexión a propósito de la resistencia contra el Estado, evocando a Ulrike Meinhoff y a Sophie Scholl, la 'rosa negra' y la 'rosa blanca' del radicalismo alemán de los años sesenta y setenta: 'Los locos de hoy no tienen por qué ser los héroes de mañana; muchos de ellos siguen siendo mañana los locos de ayer'.

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