Paellas callejeras
La evolución social implantándose en los más recónditos lugares. O la integración del campo en la ciudad merced a las populares Fallas. Cualquier idea es posible alrededor del fenómeno en alza, el guiso de la paella sobre el asfalto. Abandonando siglos de tradición, el sol, el ambiente campestre y la leña conseguida de los inmediatos campos naranjeros, ha llegado el momento de instalarse en la urbe, de cocer el arroz bajo la pálida luna, por más que el combustible provenga de los restos salvados en las anteriores fiestas, seguro que carente del perfume original pero conservando el poder calórico necesario para lograr el punto justo del condumio.
Se ha consolidado la paella nocturna, otrora impensable, y a la fría sombra de los monumentos que se han de quemar se cocinan por esforzados espontáneos, que provistos de los más variados ingredientes alcanzan su meta con diversa fortuna. La degustación, por un público fácil y hambriento, se produce a altas horas de la madrugada, bendecida por los bares aledaños, que así logran culminar sus ventas diarias con la dispensa de los salutíferos líquidos que sofocan los ardores producidos por la moda que nos visita y que tiene visos de instalarse de forma permanente entre nosotros.-
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