El deportivismo fortalece su fe
Las remontadas ante Madrid y PSG muestran la transformación anímica de un equipo acostumbrado al fatalismo
'Se ha roto el fatalismo'. A muchos pudo sonarle tópica aquella frase tan repetida el 19 de mayo del año pasado, el día que el Deportivo ganó la Liga. Pero nueve meses después, los hechos parecen demostrar que algunos tópicos, por debajo de su barniz de frase hecha, encierran un punto de verdad. Las avasalladoras demostraciones ante el Madrid y el París Saint Germain confirman que la consecución del título de Liga ha transformado anímicamente al Deportivo. Lejos de las viejas aprensiones, de la estética de la negra sombra que rodeaba al club gallego, del recuerdo del penalti de Djukic y de todo eso tantas veces mentado, los blanquiazules forman ahora un equipo que capaz de cualquier cosa.
Si el espectáculo contra el Madrid parecía irrepetible, Riazor comprobó el miércoles ante el PSG que la épica futbolística aún tenía un peldaño más: no hay precedentes inmediatos, en un partido de ese nivel, de un equipo que haya sido capaz de remontar tres goles en sólo 27 minutos. Esa clase de hazaña parecía reservada hasta hace poco a gente como los alemanes, que nunca flaquean en la batalla. Pero nadie esperaría algo así de los volubles conjuntos españoles, y mucho menos de uno con singular fama de hipocondríaco.
Desde principios de temporada, los más cualificados portavoces del vestuario vienen insistiendo en que el título de Liga ha proporcionado al equipo el certificado de madurez. Irureta tiene una opinión parecida e incluso ha señalado la consecución del último campeonato como la mecha que encendió la maravillosa explosión de Djalminha. En la misma noche del miércoles, el técnico mostraba cierta sorpresa al constatar 'la tranquilidad y la seguridad' de su equipo para afrontar los peores momentos. De un plumazo, el Depor parece haber borrado todas las huellas de su arraigado fatalismo -perdió una Liga en el último minuto, perdió varios ascensos en el último partido, perdió a jugadores fantásticos como Amancio y Luis Suárez...- y ha desplegado las velas para dejarse empujar por el viento a la conquista del mundo.
Ningún triunfo parcial equivale a un título como el de Liga, pero, en todo caso, las proezas ante Madrid y PSG encierran un valor simbólico, emotivo y propagandístico casi equivalente a la consecución del último campeonato. Hasta hace unas semanas, el Depor arrastraba un cierto lastre de impopularidad e incluso en su propia hinchada afloraba de vez en cuando un acento de insatisfacción. Al Depor se le veía como un equipo cuya solvencia nadie ponía en duda, el típico rival que se le indigesta a todo el mundo, pero que al mismo tiempo practica un fútbol calculador e insulso. Hasta se le ponían reparos a su título de Liga, logrado, según advertían muchos, en la peor temporada que se le recuerda a Madrid y Barcelona. En sólo once días, todos esos prejuicios han sido desterrados y ahora no es difícil aventurar que el Deportivo gozará de bula para cierto tiempo.
En ese aspecto, uno de los más reivindicados por las últimas hazañas es Irureta. Lo más corriente era escuchar que la imagen anodina del Depor respondía a la transmisión del carácter de su entrenador. De ahí que el propio Irureta, al término del partido del Madrid, no resistiese la tentación de proclamar, con más orgullo que amargura: 'ahora supongo que ya nadie dirá que somos cicateros, ni amarrateguis, ni nada de eso que tanto se ha dicho'. Ahora, el Deportivo vuelve a ser un equipo con una aureola mágica, como en aquella época de Bebeto y Arsenio en la que el mundo empezó a conocer la marea blanquiazul.
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