_
_
_
_
_
Crónica:Liga de Campeones | FÚTBOL
Crónica
Texto informativo con interpretación

Heroica remontada del Deportivo ante el PSG (4-3)

El conjunto gallego remonta un 0-3 y acaba doblegando al París Saint Germain

Xosé Hermida

Diez días después del memorable partido ante el Madrid, Riazor volvió a convertirse en un recinto mágico, un lugar donde el espectador ha de suspender su sentido de la credibilidad y aguardar a que cualquier cosa sea posible. Porque el Deportivo escribió anoche otra gesta inolvidable, uno de esos partidos que nos recuerdan el parentesco del fútbol con el género épico. Maltratado por la suerte y por algunos errores defensivos, el Deportivo se vio en el agujero al inicio del segundo tiempo, con tres goles en contra. Lo sucedido a partir de entonces resulta difícil de explicar como no sea recurriendo a las ciencias ocultas. La entrada de Pandiani, medio tigre, medio futbolista, convirtió el partido en un espectáculo delirante. El uruguayo conectó tres cabezazos a gol dentro del área. El cuarto le correspondió a Diego Tristán. Y así, volando extasiado por el aire de Riazor, el Deportivo consumó una remontada imposible, con cuatro tantos en menos de media hora.

Más información
Un empate en Milán le bastará al Depor
"Si me saca, meto tres goles"
La noche en la que todo fue posible

Luis Fernández es de la escuela de Helenio Herrera, de esa clase de técnicos que utilizan cualquier cosa para tender trampas al contrario y tratar de confundirle. Fernández llegó a A Coruña pregonando que no sabría si Anelka estaría en condiciones de jugar. Ya en el estadio, entregó una alineación en la que figuraba el ex madridista, y, a última hora, a Anelka terminó dejándolo en la grada. En mala hora, porque su revelo, Leroy, estuvo a punto de cavar la tumba del Deportivo con dos goles, uno de ellos monumental y justo al borde del descanso.

En Riazor, Fernández se olvidó de romanticismos y, pese a la ausencia de su bólido, pertrechó al equipo para jugar al contragolpe sin el menor disimulo. Sorprendente decisión, porque los franceses necesitaban un triunfo para seguir alimentando la esperanza, pero el extraño plan del volcánico Fernández tuvo a favor el viento de la fortuna. Nada en el arranque del partido hacía presagiar la dramática situación en la que el Deportivo alcanzaría el descanso. Los blanquiazules camparon con autoridad por el partido, ante un rival que parecía al borde de la flojera total. Sin un gran juego, pero, en todo caso, con un dominio más que suficiente, el gol merodeó una y otra vez por los alrededores de la meta francesa. Es verdad que el PSG aprovechó algún contragolpe para enseñar la patita por debajo de la puerta. Las ocasiones de verdad, sin embargo, las desperdició el Deportivo, incluido un mano a mano de Fran ante Letizi.

Todo parecía en su sitio hasta que a la media hora de juego sobrevino la primera catástrofe. En uno de los contragolpes franceses, Okocha recibió desmarcado en la izquierda del área, y su disparo tropezó en Donato y despistó a Molina. El gol supuso una sacudida terrible para el Deportivo, que cayó víctima del ataque de nervios, la precipitación, el individualismo y todas esas cosas tan habituales en circunstancias de apuro. El PSG, claro, experimentó el proceso inverso y, de repente, el partido estaba vuelto del revés, con los franceses cada vez más atrevidos para abordar a Molina. Y tras la catástrofe premonitoria, el fin del mundo: el majestuoso gol de Leroy, que dejó a Riazor petrificado.

Consumado el apocalipsis, todo lo que ocurrió a partir de entonces forma parte del mundo de lo alucinógeno. Ya podían haber salido por allí espadas flamígeras y carros de fuego que la sensación de irrealidad no hubiese sido menor. El Deportivo se convirtió en una fiera desbocada, descuidó su madriguera y Leroy perpetró lo que parecía el hachazo definitivo. Nada de eso. Sin dejar tiempo a que se derramasen lágrimas, en apenas un par de minutos, el Deportivo pescó dos cabezazos en el área y se metió de nuevo en un partido del que le habían expulsado a palos. Encaramado a la ola de entusiasmo que se desató en Riazor, el Deportivo se convirtió en una locomotora sin frenos, con todo lo bueno y lo malo que eso implica: aterrorizó al PSG, pero, en ocasiones, le faltó poner una pausa a su juego. En ocasiones así descollan los futbolistas como Pandiani, a quien por algo llaman El Rifle. Genuino representante de un fútbol tan antiguo como el uruguayo, nadie ha de esperar de él exquisiteces, pero cuando el fútbol se convierte en una cuestión de carácter no hay otro como Pandiani. Dos veces más volvió a volar en el área y en ambas capturó la pelota con la cabeza para desesperación de un PSG que ya no entendía nada y que se fue de Riazor con la sensación de haber sido utilizado para escenificar una perfomance surrealista.

Tristán y Pandiani intentan arrebatar el balón a Dehu tras uno de los goles del Deportivo.
Tristán y Pandiani intentan arrebatar el balón a Dehu tras uno de los goles del Deportivo.ÓSCAR PARÍS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_