Jazz y arte jondo, unidos sin traumas
Grilo, esta vez sí, ha acertado, plenamente. Los sonidos del jazz, en la música de Pardo y Benavent, han sido bien asimilados en el ambiente de este club que se crea en el escenario y donde los personajes se expresan fundamentalmente en flamenco, en baile, sobre todo.
Es cierto que, ocasionalmente, la música de jazz marca la pauta, e incluso puede quedarse sola con absoluto protagonismo, lo que obliga a Grilo a un baile más en sintonía con ese carácter ultraoceánico, pero lo dominante es la expresión flamenca.
Y ahí, Grilo y sus colaboradores han echado el resto en creatividad y en personalismo. Los estilos flamencos son los que son, pero los desarrollan e interpretan casi siempre con acusado acento propio. Y que algo tan convencional como un estilo flamenco nos parezca distinto es ya un triunfo. Ocurrió con las siguiriyas, ocurrió con los fandangos de Huelva, ocurrió con las soleares. Grilo mueve los bailes, introduce un número variable de personajes en ellos, hace correr el aire entre los bailaores, ensaya soluciones inéditas que dan originalidad a lo que vemos.
Grilo nos demuestra en este espectáculo que se halla en un momento de notable madurez, superior a cuanto le hemos visto anteriormente. Como bailaor es increíble su capacidad de ejecución y desarrollo de los bailes; como coreógrafo, nos sorprende con creaciones que aúnan belleza y rigor. Cuenta con elementos muy eficaces para llegar a esos logros: Cañas y Córdoba -el personaje del Tontito, que creo Grilo ha tomado de la realidad, un hallazgo- son excelentes bailaores, y ellas les dan acertadas réplicas aunque se queden un punto por abajo en técnica.
Después están los músicos. Jorge Pardo y Carles Benavent, brillantes en su perfecta comprensión de cómo el jazz puede unirse a lo jondo sin traumas. El Cepillo en la percusión, sustituyendo a Di Geraldo, que no pudo llegar a Jerez por las condiciones climáticas. Y la guitarra de El Bolita, no espectacular, pero sí eficiente.
El cante merece mención aparte. Excelente David Lagos, quien está perfilándose como un gran cantaor, y sorprendente la jovencísima Carmen Grilo -hermana del bailaor, 17 años recién cumplidos-, que canta con autoridad y dominio de los géneros. Su cartagenera final, atravesando todo el escenario al frente de los demás y con su hermano marcándose unos pasos de baile detrás, nos ha quedado en la retina.
Es un espectáculo en que casi todo está bien, incluso las luces inteligentemente situadas para crear ambiente. Cuando esté un poco rodado y se afinen algunos pequeños detalles, será mejor.
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