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Columna
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La moda

Vuelve el traje. Cuando todo parecía indicar que se había acabado con la obligación de acudir bien vestido al trabajo, los investigadores de una acreditada compañía de tendencias, Doneger Group, constatan un regreso a la ropa formal. ¿Cómo interpretar esta quiebra en la marcha de la moda? Los analistas de The Economist lo atribuyen al cambio en el ciclo económico y, especialmente, al fracaso global de la nueva economía. Junto al ascenso de los valores punto-com se produjo la divulgación de los pantalones chinos, las camisas con los faldones fuera, los zapatones de suela gruesa y deslustrados, el pelo revuelto y los jerséis gastados. Era la estampa paradigmática de Bill Gates y de Michael Dell que hizo revisar, a escala mundial, la superimagen del verdadero multimillonario.

Ahora, no obstante, es el tiempo del despeñamiento de las firmas vinculadas a Internet y el cuestionamiento de muchos de sus líderes. Incluso el triunfador Steve Case, patrón de AOL, apareció encorbatado hace apenas un año cuando presentó en público su alíanza con Time Warner. Algo estaba pasando ya. Los tiempos del vestido informal se avienen con periodos de confianza y auge del empleo mientras actualmente han surgido los primeros signos de recesión. Vestir con traje transmite seriedad y tristura, mayor disciplina laboral y temor al jefe. El traje ahorra, además, tiempo en el momento de decidir cómo vestirse: a los hombres, desde antiguo, y a las mujeres, desde que han asumido este atuendo. En los años veinte, George Taylor, un economista de la Universidad de Pensilvania, relacionó la longitud de las faldas con las oscilaciones del ciclo económico. A tiempo de penurias correspondía la falda larga que libraba de llevar medias más caras. A tiempos de esplendor, como en los felices veinte, pertenecían las faldas cortas. Las faldas fueron, en efecto, minifaldas en los sesenta y maxifaldas en la crisis de los setenta. La fiabilidad de esta regla no había encontrado paralelismo masculino, pero ahora llega el estilo más trajeado, que sustituye al alegre business casual. Las modas danzaban antes con el glamour de París, pero hoy, según dice The Economist, se atienen a las últimas cotizaciones de Wall Street.

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