Crítica

Sé que EL PAÍS, 'mi periódico', al que estoy suscrito desde sus inicios, no suele rehusar la publicación de las cartas que recibe con talante crítico, incluso ofensivo. No es éste el caso, aunque ciertamente también esta carta sea una forma de crítica. Verá.

Estoy escandalizado por las páginas que ustedes nos venden o nosotros compramos. Desde hace tiempo, bueno, desde que paso de la publicidad como, según me dicen, también hacen mis amigos, vengo observando una auténtica inflación publicitaria, hasta el punto de haberme entretenido en hacer un recuento exhaustivo, aunque no minucioso, del tema, con los siguientes sorprendentes resultados:

Ejemplar del domingo día 28-01, entre el diario, más los encartes de El Viajero y Negocios, si no me equivoco, suman la friolera de 167 páginas. O sea, el volumen de un libro de mediano tamaño. ¡Quién puede leer todo ese arsenal de letras!

Pero lo tremendo es que he contado 155 páginas enteras (completas, eh) de publicidad, amén de 21 medias páginas y 71 anuncios de diversos tamaños. Oiga, ¿es cierto esto que digo?

Cierto es que todos los periódicos hacen lo mismo, circunstancia que no por eso deja de ser escandalosa. En fin, creo que por 150 pesetas ustedes nos encajan de matute una ingente publicidad que en el día lunes 29 de enero arrojaba estas cifras:

Páginas totales del periódico: 81. Publicidad: páginas enteras, 22, que significa un 27%; medias páginas, 2; anuncios sueltos, 47.

Señor director, yo supongo que alguien, algún día, pondrá coto a esta indigestión que, tarde o temprano, terminará por provocar el efecto contrario al que se busca. Alguien inventará el zapping periodístico. Por mi parte, yo suelo hacerlo comprando esporádicamente El Mundo, que, aunque comete las mismas indigestiones, al menos me permite leer las matracas que ofrece un tal Jiménez Losantos, cuya obsesiva mención machacona de PRISA, Polanco y EL PAÍS me permite acordarme que EL PAÍS existe para mayor gastritis del tal columnista y regocijo de servidor. Sí.-