La muerte en corral ajeno
Un consagrado y una promesa. Alberto Fernández y Mariano Rojas murieron ambos en corral ajeno. No iban en bicicleta, sino en coche, el gran enemigo. Paradojas del destino. El Galletas, como se conocía cariñosamente al cántabro Fernández por su vinculación a la palentina localidad de Aguilar de Campoo, falleció con su esposa el 14 de diciembre de 1984 al chocar frontalmente su automóvil contra otro de matrícula francesa que invadió su calzada en el kilómetro 140 de la Nacional I. Alberto regresaba de recibir en Madrid el premio al mejor corredor de la temporada. Por seis segundos no había cumplido su gran sueño de ganar la Vuelta a España de ese año, que le arrebató el francés Etic Caritoux. Pero a sus 34 años tenía ya un palmarés repleto de triunfos y, especialmente, un tercer puesto en el Giro de 1983, donde ganó varias etapas.
La desgracia de Rojas el 21 de junio de 1996 fue la versión ampliada de Antonio Martín. El corredor murciano de Cieza, a sus 23 años, era otra de las grandes esperanzas del ciclismo español. Cuarto en el Midi Libre y en el Tour del Porvenir de 1995, chocó casi frontalmente con su coche contra un camión en un cambio de rasante cerca de Archena. Al parecer, sufrió un desvanecimiento y el camionero, que intentó desviarse para evitar el impacto, no pudo. En la misma temporada de su muerte, el ciclista de la Once había sido tercero en la Vuelta a Valencia, 12º en la París-Niza y parecía tener un gran futuro.
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